Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Juan Carlos Gómez (foto)
Médico general
Y un día cualquiera te despiertas y abres tu mail, ves con sorpresa un mensaje con el nombre de tu empleador, un vacío se hace en tu epigastrio, un sudor yerto corre por tu espalda.
Con miedo lo abres, asombrado ves cómo de manera impersonal y casi cobarde la empresa donde has dejado tus días, tus noches y tu vida se despide de ti sin una pizca de dolor. Cómo este ente que reemplazó hasta
tu familia y te acompañó hasta en dos separaciones sentimentales, hoy se despide de tu vida laboral sin importarle nada, sin conmiseración o vergüenza.
Ves cómo 17 años de trabajo para una institución no significan nada para aquellos que legislan con corrupción y la DESHUMANIZACIÓN. Aquellos que se burlan del concepto de “hospital familiarmente saludable”.
Recuerdas, como si fuera ayer, que te entregaste durante una pandemia a nombre de los pacientes, sin importar tu vida.
Fuiste falsamente llamado héroe, para luego recibir la espalda de aquellos que otrora te aplaudían.
Con asombro, un día cualquiera, el sendero para ti deparado es la puerta trasera. Y como si esto fuera poco, no sales en hombros ni entre reconocimientos; por el contrario, sales humillado, escoltado como reo, a sabiendas que son ellos quienes te roban tu vida y tu dignidad.
No te dieron siquiera la posibilidad de terminar el turno, incluso a trancazos terminas de hablar con las últimas familias y fugazmente repartes uno que otro abrazo a aquellos que, más que tus compañeros, fueron tu familia.
Despedido sin explicación.
Tirado a las puertas de lo que fue tu trabajo y tu hogar sin importar el humano tras tan funesta decisión.
Esa es la realidad del sector salud que indolentes discuten hoy en el Congreso, pero que héroes sin capa, sin sueldo y sin comida, viven hoy en las calles de la insolvencia y la desidia.
Un fuego enciende tu cabeza; ira, dolor, angustia, confluyen en tu mente. Entre las preguntas y las deudas, la mente sucumbe a la ignominia. Avasallado por lo que está sucediendo, te sientes minúsculo. Ni la preparación ni la entrega incondicional detuvieron la decisión. Ni la lisonja ni el conocimiento pararon la decisión de un Dios superior sentado en su trono de poder.
El colegio de los niños no se pagará solo. La cuota de la casa no caerá del cielo y el mercado no llegará como un maná sagrado. Cómo una vida sucumbe en un minuto, cómo mil ilusiones y proyectos se alteran en una
mañana que hace unos minutos se vislumbraba como feliz.
Asirte a tu familia, llenarte de un positivismo que llega a asquearte y escribir en tu agenda la lastimera frase: “no hay mal que por bien no venga” se transforma, es tu eslogan de vida.
El trabajo del que te quejabas se vuelve hoy el trabajo que vas a extrañar y el gerente que te incomodaba se vuelve un íncubo a odiar.
La vida es un proceso eterno de transfiguración, donde unos días pasas de triste a feliz, pero hoy te tocó pasar de estable a inestable, de pudiente a desempleado, de superpoderoso a estadística en la larga cuenta de
desempleados de un país que, por lo menos hoy, es de mierda para ti.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia