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Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: médico asmedista Juan Fernando Uribe Duque (foto)
Escritor, poeta
Seguir viviendo de las rentas del petróleo, el carbón y la cocaína, no representa ningún futuro para Colombia. Debemos aceptar que la transición hacia la producción de energías limpias se hace urgente pues, aunque Colombia solo aporte el 0.2 % del CO2 atmosférico, se impone un cambio radical y, por lo tanto, el giro de la economía hacia un mejor futuro.
La industria del petróleo y el carbón juntas le aportan al país 12 billones de pesos anuales, igual cantidad que la exportacion ilícita de cocaína y marihuana. La extracción del carbón está acabando con el agua en la Guajira y la del petróleo con el azul del mar y el paisaje en Santa Marta, donde un polvillo se adhiere a la piel y los atardeceres hacen más evidentes la presencia de los cargueros que cada noche llegan para llevarse 900.000 toneladas del crudo que, al ser revendido a precios internacionales, solo le aportan al país el 8% de su venta enriqueciendo a los distribuidores privados, que ahora lloran por que les pretenden aumentar un poco los impuestos. Continuar con su extracción sería condenar al país a una catástrofe ecológica – fracking y acuíferos- con la premisa de que no existe otra forma de producir energía sin contaminar ni generar más inequidad.
La llamada DECONSTRUCCIÓN, palabra ahora tan en boga, hace referencia al cambio de actitud y a la transición efectiva a energías limpias como única forma de conservar el entorno, el agua, la limpieza de ríos y mares, abogando, además, por una vida más simple sin el uso de los productos derivados de los combustibles fósiles. Hay suficiente sol, agua y viento para iniciar una transición en estos quince años venideros, sólo se necesita voluntad política y una dosis de conciencia que nos convenza que es lo más sensato. Es más, es lo que, actualmente, el concierto de naciones exige.
La vida del humano en el planeta debe ser menos ruidosa y sí más inteligente, sencilla y amorosa. Nos hemos rodeado de necesidades absurdas creadas por una conciencia consumista que sólo nos ha llevado a crear una sociedad cansada, tediosa y egoísta. Una sociedad de seres competitivos, esclavos de su propio rendimiento y capacidad de producir dinero. Hombres y mujeres angustiados y temerosos, sólo ahorrando para gastar más y entregársela a los médicos para hacer del fin de sus vidas una agonía más dulce y menos dolorosa.
Los diálogos son repetitivos y los temores los mismos, a no ser que la lucha por sobrevivir y calmar las afugias del hambre sigan siendo el plato fuerte para el 80% de la población mundial. Ya casi no nos enteramos de nada, sólo de lo que inmediatamente lastime nuestro bienestar, un bienestar de noticieros manipulados y objetos que van y vienen. Pensar en un país equitativo con el fortalecimiento de la economía popular, protegiendo los recursos y teniendo como objetivo fundamental el bienestar de los excluidos y los más pobres, es tarea que no da espera. La rentabilidad debe ser social, el renglón fundamental de la economía debe basarse en el conocimiento, en la agricultura y las nuevas tecnologías. Lograr quitarle al narcotraficante el campesino subsidiándolo con una buena renta básica para sustituir cultivos al llevarle educación, ayuda técnica y salud, es labor urgentísima. Conservar la selva como pulmón de la humanidad y productor de agua no debe dar espera. Frenar la deforestación que ya alcanza la cifra escandalosa de 300.000 hectáreas al año -debida más a la ganadería extensiva que a los cultivos ilícitos-, es labor fundamental.
Ya esta realidad es un discurso gastado en evidencias múltiples. El conocimiento y el cultivo de la tierra por parte del campesino abre la posibilidad a un desarrollo que se impone, de ahí la reforma agraria que lo devolverá a su hogar natural, y la reforma tributaria que encontrará los recursos para generar educación y programas de créditos estatales accequibles y justos. No más «gota a gota», no más derechos básicos convertidos en negocio, no más trabas para que los más pobres puedan acceder a los beneficios de una economía popular poderosa que los saque de la actual modalidad de esclavitud: la ETERNA POBREZA que se retroalimenta ante la falta de oportunidades y pésimos salarios que hacen que sigamos como el segundo país más inequitativo de la tierra.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia