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Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: médico asmedista Juan Fernando Uribe Duque (foto)
Escritor, poeta
Y en cualquier ciudad, pero en Medellín ya llegan a 8000! Antes de la pandemia no llegaban a la mitad de esa cifra. Parece que la ciudad los reprodujera o que esta fuera destino para su bienestar y manutención, algo así como sitio de llegada o desencarte para otras ciudades o poblaciones cercanas.
Los programas de rehabilitación y dignificación de estos compatriotas no muestran los resultados esperados y vemos con angustia cómo aumentan los casos y cómo la ciudad se va poblando de estos hombres y mujeres que como animales enfermos vagan y ocupan plazas, barrios y calles ante la mirada indolente de las autoridades y sí con el supuesto beneplácito de varias entidades de caridad social que los alimentan en la noche o les ofrecen un baño en las mañanas para después permitirles salir a contaminar, atracar o simplemente drogarse a ojos vistas acabando con el poco decoro que le queda a la ciudad.
Estudios serios hablan de un 90% de poliadicción y trastornos sicóticos intratables y de pésimo pronóstico. Todas las actividades extra hospitalarias que se intenten con estos enfermos (casi irrescatables) rayan con la utopía y el desespero. Llenar consultorios o los llamados programas en los «Hospitales de día», en donde si acaso se logra intentar tratar unos pocos, es labor perdida, excepción hecha si el enfermo tiene algún grado de introspección y apoyo familiar (menos del 10% de los casos).
La ciudad se ha llenado de la peor inmundicia a la que tristemente puede llegar la condición humana y su exposición desfachatada -casi impúdica- ante propios y extraños nos condena al más triste y repugnante de los espectáculos; es un requiebro que nadie se merece, menos en una ciudad que trata por todos los medios de superar una crisis de violencia y corrupción horrorosas.
La RECLUSIÓN OBLIGATORIA para estos individuos se hace urgente en granjas taller o en sitios especializados, incluso en áreas específicas de la ciudad -grandes campus- en donde tengan atención y vigilancia especializadas y en donde, bajo estricto control, se les suministre pequeñas dosis de la droga a la cual son adictos acompañada de ansiolíticos y suplementos nutricionales que impidan las llamadas crisis de abstinencia y mejoren su comportamiento. Barcelona y Sao Paulo (donde hay más de 30.000) son claros ejemplos.
Se hace urgente modificar la ley que impide su reclusión. Dejar que el fenómeno aumente y que prosperen a su lado pretendidos programas de rescate que se conviertan en focos de corrupción y politiquería, es lo menos que necesitamos. Peor sería que la misma delincuencia iniciara una «Operación Limpieza».
Nota: El tema es de altísima sensibilidad social pues involucra seres humanos que alguna vez fueron nuestros hermanos, muchos nuestros mejores amigos y que, por diversas razones -muchas-, cayeron en las garras de la droga e hicieron de sus vidas y de las de sus familias, el más pavoroso de los infiernos.
¡Cuanto hubiéramos querido rescatarlos, cuánto no hicimos por su bienestar!
Como médico y como ciudadano que siente el dolor por sus semejantes y por su ciudad, pido excusas si hiero sensibilidades, pero con el corazón en la mano les pido a todos, autoridades y a la sociedad en general, enfrentemos científicamente este problema y no esperemos que una tragedia nos haga estremecer asumiendo conductas extremas.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Nota: Foto principal tomada de El Colombiano, 22 de abril de 2016