Fast track de la paz

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Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico asmedista Juan Fernando Uribe Duque (foo)
Escritor, poeta

Así el rechazo al plebiscito (que al parecer fue manipulado por miedo como lo aceptó el gerente del CD (Centro Democrático) Juan Carlos Vélez cuando el «NO» ganó solo por 57.000 votos) y su posterior aceptación mediante el llamado Fast Track, la PAZ tiene que lograrse pactando con las fuerzas en conflicto (88 bandas multicrimen), todos narcotraficantes. De no lograrlo, seguiríamos en una guerra interminable.  Por fortuna, tenemos un presidente inteligente y con una perspectiva histórica interesante y sabe que, de no llevarse a cabo, el país no sería viable pues la guerra lo seguiría fragmentando, despedazando, en varios «países» sin futuro (de ahí, tal vez, el deseo de muchos de ser españoles o portugueses, todo, menos colombianos).

Es sabido que toda sociedad debe convivir con sus vicios y falencias. Desconocerlas es no asumirlas, aceptarlas, controlarlas o cambiarlas.

Colombia está dominada por el narcotráfico y ha definido una economía y una clase política que hace cuerpo con su poder para perpetuarse y, además, robar y desfalcar al Estado.

Ante un hecho evidente, sólo se tienen tres OPCIONES:

. Aceptarlo.
. Cambiarlo.
. Apartarnos.

Si lo aceptamos, tenemos que pactar un estado de convivencia en el que todos salgamos lo menos lastimados y sí beneficiados. En el caso del narcotráfico, el Estado se beneficiaría del dinero y de la mejor tierra fértil, mucha de ella despojada a los campesinos.

Cambiarlo, ¿derrotándolo militarmente?  Ya la historia demostró que es IMPOSIBLE.  La guerra en su contra se perdió con más de un millón de detenidos y dos millones de muertos y el surgimiento de narcoestados complejos en vías de concreción: Venezuela, Bolivia, Perú y Colombia. Venezuela por el establecimiento de las rutas y los demás, como productores nunca comparados con Colombia (el mayor del mundo) a pesar de que el narco colombiano solo se quedó como cultivador y «cocinero» y el negocio de la administración pasó a manos de los carteles mexicanos y actores del sector financiero encargados de transformar la cocaína en dinero colombiano.

¿Alejarnos del problema? De ahí la causa de que ya muchos no quieran ser colombianos.

Retardar más el PACTO POR LA PAZ sería un suicidio histórico que llevaría a la fragmentación de la sociedad con la consiguiente destrucción del país.

Otro asunto, los mafiosos ya están cansados de vivir acosados, proscritos y perseguidos, cuando no asesinados. Quieren «vivir sabroso» (¿quién no?) y, por eso, les interesa un pacto en el que las partes salgan favorecidas. Ellos, con la tranquilidad que les da el sometimiento a la justicia, penas cortas negociadas y conservando el 10% de sus bienes; mientras el Estado colombiano contaría con dinero abundante y tierra para repartir entre los campesinos, la mayor parte víctimas desarraigadas del conflicto. Que los políticos saquen partido y roben, es otra cosa.

Así debe ser, no hay otra posibilidad, qué pesar.

 

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

 

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