La medicina antioqueña y la literatura

Tomado de: Periódico El Colectivo, edición #74, mayo de 2022

Por: Médico Félix Orlando Giraldo Giraldo (foto)
Asmedista

Continúo con el aporte a la literatura de la medicina de Antioquia de parte de un gran médico y humanista, el doctor Jorge Franco Vélez (1922-1996), nacido en el municipio de Envigado, Antioquia, egresado de la Universidad de Antioquia y profesor de su Facultad de Medicina. Fue mi profesor de Medicina Interna. Como  muchos profesionales de la Medicina, descolló en la literatura con obras como Hildebrando, Marceliano, El Quijote a lo Paisa, Palabras del transeúnte, Relatos y  Recuerdos.

‘Hildebrando’: el personaje es dependiente del alcohol. Es una historia llena de anécdotas de su vida familiar, de la Universidad de Antioquia y su Liceo Antioqueño, de sitios como los prostíbulos del barrio Lovaina de Medellín. El político liberal Joaquín Vallejo Arbeláez lo llamó la biblia de los alcohólicos.

‘Marceliano’: obra relacionada con la adicción a la morfina que narra los amores de los viejos con las jovencitas.

Cargos desempeñados:

Profesor de Medicina de la Universidad de Antioquia.
Presidente de la Academia de Medicina de Medellín, en dos períodos.
Director del Seguro Social entre 1962 y 1964.
Miembro de número y honorario del Centro de Historia de Envigado.
Fundador de Alcohólicos Anónimos.
Médico Internista en Seguros Sociales para los obreros de las fábricas.
Médico de la Clínica Santa Gertrudis de Envigado, en el área de enfermedades infectocontagiosas.

El doctor Tiberio Álvarez, anestesiólogo y tanatólogo, lo visitó y entrevistó en 1996, y afirmó de él “jovial, risueño, con el chascarrillo (picante, gracioso) y la  sonrisa aún ante los infortunios. Recuerda a sus amigos Roberto Cadavid –Argos- y Rodrigo Arenas Betancur (escultor), con quienes fundó la célebre tertulia
de la Averiguática”. Leamos un resumen de su entrevista:

–Maestro, ¿y de la creación literaria, qué?

–Parece que las musas se me fueron. He intentado escribir algo de El Quijote a lo Paisa. Quizás un soneto que no recuerdo, como lo hacía en otros tiempos, por  eso de la vielleisse (vejez). ¡Uy! no quiero decir vejez porque todavía tengo orgullo. San Francisco de Sales dice que el orgullo sale de nosotros al cuarto de expirar.   Todos somos orgullosos. No me vengan con alardes de modestia, sencillez y humildad. Hasta el mismo Cristo preguntaba qué decían de él en Galilea.

–¿Hildebrando?

–Es la obra que más ha salido de mí, es mi proyección. No soy ese personaje porque no hice todo lo descrito, pero es el prototipo del alcohólico que integra cosas  propias y ajenas. Es un ser complejo a través de la equivocación, pero con la ayuda de personas llega a su propia verdad y a su recuperación. En las otras obras
como Marceliano hay menos de mí. Marceliano es adicto a la morfina, yo no lo fui. Ocasionalmente un “libriumcito” por la mañana para los nervios. Me los  quitaba tanto que me debía tomar una “ritalina”, un ron o una ginebra para firmar “la paz”. Los Relatos y Recuerdos son tomados de la vida antioqueña, de la  profesión médica. En cambio, Hildebrando, lo llevo en el alma y quiero que siga viviendo después de mí –otra vez el orgullo-. Va para la novena edición.

–El humor, ¿le ha servido de algo?

–El humor ha vivido en mí. En ocasiones, el que maneja mucho humor tiene cosas depresivas. El humorista saca cosas de la vida por contraste, algo que llama la  atención y es risible. Ahora que estoy enfermo no es que me  lo proponga como una tarea escapista porque sería entrar en la payasada… En las tertulias con mis amigos y allegados se valen cuentos, chanzas, cosas poéticas, anécdotas. Esto me aleja un poco de mi tragedia.

–¿Estuvo cerca de la muerte alguna vez?

–Es indudable que uno se enfrenta con la muerte. Tuve ideas suicidas en mi tiempo de bebedor. No es que ame la muerte, sino que la vida va estrujando y no se puede con ella… El crepúsculo es el momento de mayor claridad. En la vejez hay más sentido de la percepción de la vida.

–¿Cuál es su opinión de la medicina antioqueña?

–Tuve profesores que fueron buenos para su época.  El tiempo corre y cambia el horizonte. Me llama la atención la evolución de la medicina moderna, acepto sus avances pero no su extremado tecnicismo que convierte al médico en máquina.

–Como los directores de cine que no miran sus filmes…

–No, es un error. Al único libro que he regresado es a las Gazaperas Gramaticales de Argos, porque fue la corrección del libro con algunos comentarios o ayudas mías. La mala sintaxis en una oración lleva a que las cosas sean confusas y risibles. De esto hay muchos ejemplos: “se alquilan piezas para señoritas con closet”,  “se venden trajes para novias con abertura”, “se venden trajes para bebés hechos a mano”, “se fabrican zapatos extranjeros”, “se pintan casas a domicilio”, “se  venden sombreros para niños de paja”.  Un día pensando en estos niños de paja escribí:

Un bebé tejido a mano
¿Será que lo están faciendo
o quizás lo estén tejiendo
por otro método humano
distinto del noble y sano?
Entiendo que el hombre pasa
de la cuna a la mortaja
bajo el signo de un amor.
Por ello ¡qué gran dolor
si el bebé es de pura paja!
–¿Siente dolor?

–No siento nada. No, digo como Rubén Darío: “Dichoso el hombre que es apenas sensitivo y más la piedra dura porque esa ya no siente pues no hay dolor más  grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida consciente”. No siento el dolor de la vida. No me considero apabullado. La veo con cariño.  No tengo dolor moral. No trato de despreciarme como lo hacen algunas personas y por eso sufren tanto. Me veo con mis ventajas y mis defectos. No es hora de lamentaciones.

 

Tomado de: Periódico El Colectivo, edición #74, mayo de 2022

 

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