Un homenaje al compañero German Reyes
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa
Por: Médico asmedista Alejandro Hernán Quintero Galeano (foto)
Ginecoobstetra
Terminamos el 2021 con infaustas noticias, grandes profesores y luchadores nos han abandonado. Esos grandes hombres nos retrotraen a las épocas de luchas universitarias, las luchas por la concreción de los derechos, por el derecho a la salud, a la educación, la vivienda digna, los servicios públicos, el derecho al trabajo, a la participación política, la libertad de creencia, la reivindicación de la mujer, etc., por la ética médica y su ejercicio integral. A entender desde la medicina y la epidemiología social que, sin un cambio a la realidad estructural, al sistema económico, la población no alcanzaría a disfrutar de los mismos; por lo tanto, la lucha era política, en las aulas y auditorios, las asambleas, el trabajo, el hogar, en las calles y la plaza pública; así lo hicieron, así lo hicimos y lo continuamos haciendo.
Hoy nos quedan cosas claras: en la constancia y la unidad está la fuerza. Lastimosamente el enemigo de la población –las élites corruptas dominantes- han realizado sin escrúpulos su trabajo. Cuántos profesores y estudiantes recogimos asesinados, cuántos desaparecidos, cuántos torturados, cuántos exiliados, cuántas manifestaciones brutalmente reprimidas; pero, por su lado, cuántas privatizaciones de servicios y derechos, incluyendo la salud y la educación; cuántas reformas laborales leoninas en contra de los trabajadores; cuántos desplazamientos de poblaciones afros, indígenas y campesinas para apropiarse y entregar esos terrenos al gran capital nacional e internacional; cuántas reformas tributarias injustas; cuánta concentración de la riqueza; cuánta negación de derechos y aumento de la inequidad. El narcotráfico y el paramilitarismo han sido dos elementos usados por esas élites y las nuevas emergentes para consolidar su poder y cooptar el Estado.
Frente a un régimen autoritario de corte narco-fachista –que ha instalado en los últimos 20 años el uribismo en nuestro país- la lucha social, hablo de sindicatos, profesores, estudiantes, mujeres, campesinos, indígenas, movimientos sociales y populares, defensores y defensoras de los derechos humanos, partidos de oposición, líderes y lideresas, defensores del medio ambiente, se ha convertido en un verdadero peligro que implica asesinatos, torturas, desapariciones y humillaciones, como lo certifica el informe de la ONU sobre la acción policial en contra de la población en el reciente paro nacional1.
Frente a este régimen narco-fachista la correlación de fuerzas ha sido muy asimétirca. El hecho de que estas élites corruptas controlen las diferentes instituciones del Estado, incluyendo el Congreso, la rama judicial –Fiscalía- y los organismos de control –Procuraduría, Contraloría y Defensoría del pueblo-, los de elección como la Registraduría, incluso salas de las grandes cortes, etc., ha sido su patente de corso para hacer y deshacer. Mientras ejercitan la violencia y hacen trizas los acuerdos estipulados en el proceso de paz, se presentan hipócritamente en los foros internacionales como defensores de la democracia, los derechos humanos y el acuerdo de paz. Afortunadamente ya han sido desenmascarados.
Por ello, la muerte de nuestros gladiadores es tan dolorosa. Hoy recogemos su legado y continuamos levantando sus banderas. El país no puede soportar más el grado de inequidad –la segunda más alta en América Latina- ni mucho menos el genocidio continuo al que nos han conducido con el derramamiento de sangre diario de nuestros líderes y lideresas sociales.
Fuera del terror de la violencia, el miedo y la mentira, otras de las estrategias practicadas en contra de las mayorías han sido la intención de debilitar, dividir, instalar un pensamiento derrotista, la idea de que un cambio social y de las estructuras que nos subyugan no es posible; por ello refuerzan y enfatizan en los individualismos y en los monstruos inexistentes.
Por la memoria de nuestros gladiadores, que nos han dado ejemplo con su vida, debemos aprender su lección: en la constancia y la unidad está la fuerza. El cambio es posible siempre y cuando nos concienticemos de la realidad, de nuestro poder transformador y nos unamos. Ese debe ser el verdadero homenaje para realizarles, demostrando que su lucha no fue en vano.
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Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa