Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Jesús María Dapena Botero (foto)
Psiquiatra y psicoanalista
Ciempozuelos, Madrid, 29 de agosto de 2021 (domingo; 8:35 p.m.)
Queridos amigos:
A falta de analistas más expertos en las lides teóricas y clínicas del psicoanálisis, tuve el placer de verlos discutir, con pasos vacilantes, enredados en la conceptualización; pero, me alegraba que lo hicieran, se atrevieran, como un grupo operativo del estilo de Pichón-Riviére, cuando el coordinador no está; pero siguen laborando en la tarea.
Me refiero al debate del 21 de agosto, no la de ayer.
Tengo una hora con cuarenta y cinco minutos, para dedicarles en este primer envión, y empezaré a debatir con ustedes, desde cuando el lector inicia el texto con lo siguiente: el dormir con su fenómeno alucinatorio, el sueño, en su intento de realización de deseos, nos permite ver de forma muy clara que dormir y soñar son cosas distintas, aunque Hamlet dijera:
– Morir es dormir, tal vez soñar. – aunque muerte y sueño son dos cosas distintas, porque en la muerte el sujeto se desintegra y soñar es de sujetos deseantes; pero, no siempre que se duerme se sueña.
Rasckovsky lo considera muy adecuado para el campo de estudio del psiquismo fetal, con base en un Freud, quien escribía que el dormir es somáticamente un retorno al útero materno, más que al seno, que resulta confuso, dada la ambigüedad semántica, ya que no es un significante unívoco, que puede llevarnos a equivocaciones.
Freud se refiere a una analogía, quietud, calor y ausencia de estímulos, hasta haber personas que toman una posición fetal mientras duermen.
Con lo que hemos aprendido, no creo que podamos hablar de quietud, porque el feto se mueve, basta recordar las pataditas que las madres sienten y los padres deseantes nos complacemos en palpar esa vida, que ha sido un engendro de amor, y tampoco podría asegurar que haya ausencia de estímulos, una vez la cóclea se haya conformado y el tubo neural haya dado lugar al nervio auditivo; de ahí la importancia del sonido de los latidos del corazón de la madre, de la música gregoriana monotonal y de la música tranquila, en general.
Jamás vi psicóticos, a pesar de mi experiencia en nosocomios, que se pusieran en esta posición en estado de conciencia alerta; pero, nunca olvidaré a Kiko, un niño de unos cuatro años, al que tuve que salir a atender en el antejardín, ya que oí una algarabía de llanto angustioso, cuando vi a la madre, una mujer psicopática, que lo traía agarrado del pelo, como lo hacían los trogloditas con las mujeres, para que cumpliera con el deber de entrar a mi consulta, a lo que el niño se resistía porque se había dormido en el carro materno.
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Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia