Sol, petróleo y carbón

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico asmedista Juan Fernando Uribe Duque (foto)
Escritor

Estoy en Santa Marta.  Ante mí hay cuatro barcos petroleros, cada uno con una capacidad de 300.000 toneladas -alguien me dice que son 500.000-.  Todas las noches encienden sus luces de crucero y parten para ser reemplazados por otros cuatro que, como puntitos, emergen en el horizonte; son implacables, cumplidos.  También hay dos carboneros con sus grúas acercándose al muelle, donde el único ferrocarril que hay en Colombia los carga de carbón para también partir, a la par de los petroleros, con su carga negra y viscosa…

De todo este saqueo, al país solo le queda un 8% y una renta que alimenta corrupción y dos refinerías que preparan el crudo para ser vendido a otros postores.
Los atardeceres son bellísimos, casi tormentosos, color fuego de infierno, parece como si una gran tormenta de colores llorara de dolor por el saqueo.

El mar era azul, diáfano, y más allá, hacia la Guajira, era verde transparente y las playas blancas llenas de piedras y conchas multicolores; los ríos bajaban de la sierra alegres y caudalosos llegando al Tayrona donde alimentaban jardines, frutales y refugios subacuáticos donde cientos de cangrejos rojos nos saludaban desde sus madrigueras en los acantilados. Ahora, en Santa Marta, el mar es negro, sucio, lleno del desecho de carbón y el destilado de los cargueros cuando son abastecidos.

El invierno azota la ciudad. Decenas de barrios sufren la precariedad del alcantarillado y la falta de agua potable.  Pero hay hermosos condominios y la oferta hotelera renace después de la pandemia. La otra cara es sonriente, llena de un sol de postal. Las campañas publicitarias invitan a una cumbia de carnaval y descanso.

Desde este reducto de palmeras, piscinas y playas confiscadas, me llegan noticias de Nueva York. El huracán ha golpeado duro y mordaz. Aquí los huracanes son distintos, a veces se asoman y el desastre persiste en una alegre corrupción de casitas y carpas para redimir damnificados.

Despierto alegre cada mañana.  Ha llovido, pero el cielo es azul y el aire limpio, lleno mis pulmones y miro hacia el mar: Han llegado otros cuatro petroleros…

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia