Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Juan Fernando Uribe Duque (foto)
Escritor
La izquierda colombiana está debutando en la escena electoral con la posibilidad de acceder al poder político. Gustavo Petro, su representante más opcionado, por no decir el único, no puede cometer los errores de pasadas campañas cuando, por honesto o cándido, perdió la presidencia al no valorar el poder de las maquinarias o las ayudas de las diferentes mafias. Ahora está haciendo alianzas con barones electorales de la costa, también con las minorías étnicas y es de esperar que las haga con grupos de terratenientes o industriales o, incluso, con reductos religiosos a los que, después de un eventual triunfo, les daría la espalda en la adjudicación de cuotas burocráticas y acomodamientos diplomáticos como contraprestación.
El talante petrista nunca ha sido corrupto, pero se tiene que proporcionar a juegos dentro de la ley para no dejarse robar las elecciones. El Pacto Histórico es el caballito de batalla, el pretexto para dar brillo a una campaña por la vida. Acepta a todos, pero él sabe que está solo, solo como siempre lo ha estado, con su utopía, su erudición, su historia de dolor y resentimiento, así quiera que el amor dulcifique sus heridas.
El ex alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, el Ingeniero, está pisando fuerte y su pretexto para convencer y capturar simpatías es la repetición de un slogan compuesto de varios adjetivos casi epítome de una campaña: Lógica, ética y estética, cero impunidad, no robar y no mentir. Casi un decálogo moral inmodificable que ratifica con una pose de brujo al final de sus intervenciones diarias: «MÍRENME BIEN A LOS OJOS, NO LES ESTOY MINTIENDO Y NO LES VOY A FALLAR». Es un trabajador exitoso, dice que «no soy un hombre rico pero sí acomodado», que tiene un patrimonio de US 100 millones muy inferior al de los grandes millonarios colombianos que lo único que hacen es desangrar al Estado. Su meta es extirpar la corrupción y lo primero que haría sería «quitarles la chequera a los políticos». Es enfático en reconfirmar las cifras de la corrupción y pone muy de relieve, con carácter repetitivo, los ejemplos del desmedro administrativo y la «robadera». Está pidiendo diez mil pesos a cada uno de sus seguidores para financiar la campaña, de la cual dice es independiente y que va él solo por ahora, no sabe quién será su fórmula vicepresidencial y no se le ha conocido su pensamiento sobre los problemas que más inquietan al país como el narcotráfico, el acuerdo de paz y la tenencia inequitativa de la tierra. Expuso que para «terminar con la cocaína había que regalársela al usuario y así se acabaría el problema». Pura sencillez capitalista. Si te regalo el producto ya no lo compras y, por lo tanto, no lo produzco. Discurso primario y superficial.
La llamada Alianza de la Esperanza es un acumulado de perdedores aliados para darse un segundo respiro sin opción de triunfo, excepto dentro de posibles éxitos regionales por reductos de maquinaria electoral. La juventud no cree en ellos ni en Robledo ni en Fajardo ni en sus anexos ni en el tal Roy Barreras ni en Juan Fernando Cristo ni en los Galanes ni en ninguno, menos en el que «diga Uribe», pues ha sido tan grande el prontuario de mentiras y descalabros, que la juventud ya está alineada por un progresismo vanguardista que sepultaría definitivamente la vieja casta política ahora disfrazada de falsas poses tratando de reeditar el mismo discurso.
La realidad colombiana no está para segundas oportunidades, solo para cambios drásticos previa transición con una toma de conciencia ecológica, así suene cursi, pues se hace preciso desmontar el extractivismo y la creación de instituciones políticas de tipo inclusivo lejos de favorecer intereses de pequeños grupos financieros o multinacionales depredadoras con sus proyectos de minería y fracking.
Posibles candidatos como Alejandro Gaviria, indeciso y limitado a un acartonamiento académico de tipo adaptativo a un mundo globalizado que nos perpetúa como neocolonia, alimentan una expectativa de liberación económica individual en un marco posmoderno de apatía por los menos favorecidos.
Son pocas las opciones, y todas se concretan en dos: un Petro cada vez más convincente favorecido por una coyuntura de protesta social y desespero, y un Hernández balbuciente que puede elaborar más su discurso a medida que avancen las exigencias políticas de la campaña.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia