Hospital Universitario: El batir de las alas de un hada

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Carlos Segundo Oliveros Peralta (foto)
Integrante Junta Directiva de ASMEDAS Antioquia

Quienes hacemos parte de la vieja guardia de la UdeA tenemos en nuestra mente un modelo más o menos claro de lo que puede ser un hospital universitario: el HUSVP.

Llegábamos temprano a la ronda médica. Uno a uno se presentaban los pacientes, el docente tenso y tirano, pregunta, confronta, critica, define. Una procesión de enfermeras jefes, auxiliares, estudiantes de pregrado, posgrado y médicos generales corren, recogen apuntes, cambian órdenes, programan tiempos quirúrgicos; toman muestras. El docente enseña mientras funciona la ronda; los estudiantes, con la historia clínica re aprendida, teníamos 30 segundos para relatar una extensa historia. Quedábamos con tareas, temas por revisar, participaciones en el Staff. No teníamos que llenar consentimientos informados para tocar, participar en una cirugía, aunque fuera en tercera fila como nos tocaba a los estudiantes de pregrado.

Se escuchaba años atrás que el San Vicente tomaría casi exclusivamente su senda rentable, vender servicios como hospital de tercero y cuarto nivel. Para ello tocaba descargarse de la relación docente asistencial que por décadas se tenía con la Universidad de Antioquia; el compromiso de seguir funcionando como hospital universitario.

Y es que enseñar cuesta. Hoy la IPSU ocupa en promedio, según se escucha en las salas, al menos dos horas de trabajo por cada profesional de salud, ya sea en actividades de enseñanza o de aprendizaje. Si todas estas horas se suman diariamente y se multiplican por cientos de profesionales, la cifra en dinero invertido para esta actividad resulta siendo importante. El caso de la IPSU en términos financieros resulta siendo más grave. Además de los costos del “servicio” de docencia, se le suma los 2.000 millones de arriendo mensual que la IPSU le paga a la UdeA por las instalaciones de la LEÓN XIII y sede Prado.

En cuanto a la enseñanza de los empleados de la IPSU a los estudiantes de la UdeA, parece que no hay contraprestación pero, en cambio, cualquier capacitación de la UdeA a los empleados de la IPSU se cobra, no de cualquier manera, a veces hasta el doble de caro que lo ofertado en la calle, en algunas entidades privadas. Pongo el caso del curso de Soporte Vital Avanzado.

¿Por qué los Hospitales y clínicas del departamento están en quiebra?  ¿Por qué no son “rentables” las entidades IPS públicas o semiprivadas como la IPSU?  Porque las EPS no pagan; impactante: que SAVIA – SALUD, una entidad esencialmente en manos de la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia, sea la principal responsable de ese no pago y, por ende, de la quiebra de los hospitales y hasta clínicas privadas.  Es decir, hay un plan macabro tras la quiebra institucional de la IPSU y METROSALUD; quizás posicionar a COOSALUD, entidad privada que tomaría todos los recursos del subsidiado del departamento y coadministrador de estas entidades. Negocio en el que ya están perfilando algunos políticos conocidos de la región desde la gobernación y algunas gerencias hospitalarias.

El diablo está en los detalles; la decisión de la IPSU en ser el hospital universitario de la Universidad de Antioquia es un matrimonio que, sin gestarse, ya se muestra poco conveniente desde el punto de vista financiero pues, en síntesis, a la IPSU, entre los costos que le crea la docencia y el arriendo descrito, le queda un déficit de más de 30.000 millones de pesos al año, el equivalente a la cuarta parte del pago de la nómina anual (la nómina de la IPSU cuesta más de 10.000 millones de pesos al mes).

Es evidente que el hospital universitario que saldrá de este proceso no será ni la sombra del modelo que nosotros, los que nos formamos en el HUSVP, conocimos, con todos sus errores y vacas sagradas. No tengo la más mínima idea de cuál es la contraprestación que la UdeA está dispuesta a dar a la IPSU por ser “su” hospital universitario, no salta a la vista.  Hay muchas sombras al respecto. Mientras tanto, lo observado es una relación fuertemente inequitativa donde los ingresos de unos son la quiebra del otro.

Desde ya, y en los hechos, la UdeA apuesta por la quiebra y, por ende, por la reestructuración financiera de su propio hospital.  Llámese “reestructuración” los despidos de personal, contratación tercerizada de los mismos, mantenerse siempre en quiebra -en números rojos-, en estado de emergencia eterna.

Por eso, hasta hoy la gerencia anuncia que, en lo que llevamos del año, tenemos un déficit presupuestal de más de 16.000 millones de pesos. Cosa que se explica en las cuentas que hemos descrito.  Pero en las salas de hospitalización comentan que, para algunos administradores (menos la gerencia), la causa del déficit financiero tiene como fuente la nivelación salarial para los médicos generales y la vinculación directa a la nómina de la IPSU de enfermería realizada el año pasado, lo que acabó con la tercerizadora “SER SANO”.

¿Qué relación existe en que algunos mandos medios de la administración piensen que mejorar la estabilidad y la dignidad salarial son el motivo de la crisis financiera de la IPSU y los despidos frecuentes de enfermeras en el último mes?

Ser el Hospital Universitario de la UdeA, por lo visto, está lejos de ser el paraíso; sin embargo, toca cumplir requisitos, mantener protocolos, certificar actividades que solo han implicado más y más recargas laborales que ya sobrepasan las horas del contrato e invaden nuestras horas de “descanso”.  Someternos a la obsesiva etiqueta de calificadoras y certificadores, el nuevo Dios de la IPSU, se llama CALIDAD.

En nombre de la “calidad” se vienen deshaciendo las aspiraciones de estabilidad material de muchas compañeras que pusieron el pecho y ofrendaron su salud y la vida en los tiempos de peste y hambre más aciagos de la historia del país. Así le paga el patas a quien bien le sirve.

El concepto de “calidad” es, a veces y lo sufrimos, solo la apreciación subjetiva de lo que los administradores en su fuero interno dicen o creen que es.  En nuestro país, apreciación y depredación es lo mismo cuando proviene del poder, por eso todo tiende a legislarse.  Fue de esta manera como, en nombre de la “calidad”, se tiene un comité inquisidor que coincide, con el de la época medieval, en preferir como víctimas a las mujeres y, como la inquisición, se basa en procesos insulsos de testigos y recopilación de pruebas nada claras.

Por eso, “la calidad” se embadurna del odio clasista contra los más humildes, siempre se rompe la cuerda por su lado mas débil, las enfermeras en este caso.  Porque en el fondo se esconde la conveniencia burocrática, los odios o diferencias personales, las competencias desleales entre colegas que la administración prefiere no esclarecer; es decir, la IPSU o algunos de sus administradores no son otra cosa que la expresión social, económica, política y cultural de lo que acontece en el país, con todo lo feo y lo bello que esto implica.

Así pagan justos por pecadores, nos quiebran COOMEVA, SAVIA SALUD y la UdeA; pero sufren los trabajadores, entre ellos las más abnegadas. En nombre del hermoso ideal de crear un hospital Universitario, se comenten injusticias. Nada extraño a lo que acontece más allá de las fronteras en la avenida Carabobo.

¿Qué propongo?  Nada, no creo que en estos asuntos se tome cartas, no creo que seamos escuchados,  NO HAY INTERÉS DE JUSTICIA.  Los intereses del poder y la capacidad de incidir en ellos me son totalmente ajenos.  Solo quiero dejar registrado en la historia que todo, absolutamente todo, en este país se escribe con dolor y sangre. Sangre de la enfermera que en la IPSU ya falleció por COVID, dolor de aquellas que hasta enfermas hicieron presencia en el lugar de compromiso.  Dolor de todos los que queremos creer en la institucionalidad pero la cachetada con una carta de despido duele, institucionalidad y autoridad no es lo mismo, pero algunos creen que sí.

No propongo nada porque en la IPSU, como en todo el resto del país, “nunca pasa nada” ni pasará.  Ni siquiera me hago la ilusión de querer remover la conciencia de estos ejecutores del despido injustificado y misterioso; muchas de las compañeras no saben por qué se van.

No creo que tengan conciencia; despedir incluso a mujeres mayores de 40 años, lo que en el mundo del trabajo actual es casi un homicidio laboral.  Muchas de ellas no volverán a conseguir trabajo con toda la tragedia que eso implica; esto es algo muy serio, señores (as). No propongo nada porque hoy es una “virtud” administrativa ejecutar sin medir consecuencias en dolor y sangre. Mientras menos alma mejor administrador eres.

Qué país tan doloroso, ni siquiera fundar un hospital universitario es posible hacerlo sin el sino de la tragedia profunda y cotidiana. Las alas de las Hadas no revolotean en estos sueños, si algo de ensoñable tiene.

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia