Tomado de: www.cronicadelquindio.com
Por: Juan José Orrego López (foto)
Economista
Mientras no se haga un plan de gastos que reduzca costos, privilegios, beneficios para el alto gobierno, afecte regímenes especiales y otros, no habrá forma de equilibrar las finanzas del país. Aprestarse el cinturón, de verdad, resulta más efectivo que tramitar reformas arregladas y disfrazadas. El doctor Juan C. Echeverry dice: “El país no se puede arriesgar a gastar más de lo que no se tiene.”
El retiro de la reforma tributaria modelo 2021 es una lección ejemplar que obliga al nuevo proyecto, el cual no debe ser aprobado sin estudiar y socializar en detalle, en la presentación al Congreso a mostrar la necesidad, claridad y destino de los recursos para darles solución a esa diversidad de problemas pendientes por atender.
El país pasa por una angustia social y fiscal que crece y cuesta dinero; una situación política delicada, con poco tiempo legislativo y en época preelectoral. Este es el momento para que los congresistas le revelen al país soluciones rápidas y bien planeadas para ir recuperando la sostenibilidad fiscal. Hay que considerar adoptar la invitación que la Andi le hizo al Gobierno, de aplazar unos beneficios dados en la Ley de Financiamiento 2019, para que disponga de los 12.7 billones de pesos estimados, evitando ampliar la crisis y tocar el bolsillo de la gente, sin olvidar la necesidad de conseguir más ingresos no recaudados con favores tributarios, controlar la evasión y los capitales que están en paraísos fiscales.
Los programas sociales, el apretón fiscal, la pandemia, el cumplimiento de la regla fiscal, la necesidad de ajustes afines a las exigencias fiscales, la reducción de la deuda, el costo de las mesas de trabajo cuyo valor se desconoce y que se espera que lo pactado allí no afecte compromisos de transferencias o vigencias futuras ni paren más al país, son variables todas a tener en cuenta y que obligan actuar de manera rápida y oportuna al Congreso para así evitar más riesgos y otra calificación negativa.
Solo se espera que la reforma nueva esté revisada por los congresistas, que antes de difundirla, en el marco fiscal de mediano plazo y al proyecto de presupuesto 2022, estén los cambios que sirvan de guía para su aprobación, en especial el control a los recursos que adquiere el país a través de los bonos, los TES u otros valores reservados y que éstos sean solo para planes especiales, como bonos verdes, anexados en el MFMP y el presupuesto 2022, y no para gastos de funcionamiento.
Las fluctuaciones en la economía, la segunda nueva reforma y sus cambios obligan a reajustar el plan financiero, por los efectos que generan sus indicadores a la TRM, el valor del petróleo, la inflación y su variación, el PIB, las importaciones, el déficit fiscal, entre otros, información toda clave para el control y vigilancia, en especial, para proyectar la incidencia en el recaudo tributario.
Este segundo intento de reforma, es otro espejo de ese desorden eterno del Congreso y del gobierno. Se advierte poco interés en organizar y sanar a tiempo los ingresos del país, los resultados hablan por sí solos. Al observar la participación de ingresos y gastos en el PIB, y una diferencia subiendo cada año lo dice todo. Raro error, olvido o pereza.
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