Tomado de: Oficina de Prensa Mesa por la Salud y la Seguridad Social de Antioquia
Una vez depuesto el nefasto Proyecto de Ley 010, gracias al estallido popular que se originó en la indignación contra la reforma tributaria, pero que siguió de largo repudiando el paquetazo del Duque/Uribismo y todo el infame orden económico, político y social que representan, es necesario sentarnos a reflexionar, a soñar despiertos colectivamente sobre cuál es el modelo de salud que queremos.
Y es inaplazable tomarse en serio la tarea de soñar porque a los impulsores de la reforma solo los detuvieron sus cálculos políticos de año preelectoral; así que volverán a la carga más temprano que tarde. Es ahí donde el movimiento popular debe avanzar en construir colectivamente un nuevo modelo de salud incluyente y justo que parta de puntos comunes y cuente con la diversidad como riqueza y no como obstáculo.
Sabemos que vendrán los “expertos” que devengan sus sueldos del sistema a decirnos que proponemos una quimera. En ese momento habrá que recordarles que este país, que se dice Estado Social de Derecho, cuenta con recursos abundantes que se derrochan en corrupción, en un armamentismo absurdo e indignante, en regalos tributarios para los grandes empresarios y multinacionales extranjeras y en absoluta disciplina frente al pago de la deuda externa. O sea que el tema es más bien de prioridades.
Que la salud sea un derecho fundamental lo respaldan la constitución, los tratados internacionales sobre derechos humanos que ha suscrito Colombia, las jurisprudencias de la Corte Constitucional y la Ley Estatutaria en Salud de 2015 que marca el derrotero para la concreción de la salud como derecho. Esto se traduce en que el Estado está obligado a garantizar a todos los ciudadanos, más aún a todos los habitantes (léase población migrante), el disfrute efectivo del derecho.
Desde el nacimiento de la Ley 100 de 1993, muchas organizaciones de pacientes, de trabajadores de la salud y académicos de la salud pública nos hemos opuesto al modelo mercantilizado de salud y hemos planteado alternativas que no habían contado con la resonancia y el respaldo popular requerido para contradecir la opinión impuesta por el poder dominante. Pero hoy esta primavera de efervescencia popular abrazó la salud creando el ambiente propicio para exponer estas ideas a un pueblo que, cansado del juego obsceno del sistema con su salud, ahora se pregunta cómo puede cambiar este estado de cosas.
En primer lugar, soñamos que este modelo se construya con las voces de todas y todos, es necesario que todas las humanidades que nos tejen sean la sustancia de la que se nutra, para que todas y todos nos reconozcamos en él, nadie puede quedar por fuera si queremos que el sistema sea realmente universal. El Paro Nacional del 28A con el florecimiento de las asambleas populares es la matriz ideal para gestar este anhelo colectivo, y lo que de ellas nazca será defendido de la misma manera en que defendemos lo que se ha parido con esfuerzo y amor.
Soñamos con un sistema que promueva la salud a través de impulsar la vida digna y saludable y que no sólo actúe sobre la enfermedad y los riesgos. Las instancias decisorias en salud tienen que dialogar con las demás del gobierno local, regional y nacional en pos de garantizar alimentación, agua potable, saneamiento, paz, democracia, empleo, educación, recreación y cultura; o sea, promover la vida y la salud. Desde hace mucho tiempo se sabe que mejorando las condiciones de vida se cuida mejor la salud que si se pone un médico o una enfermera al lado de cada individuo, lo que además es impracticable.
Soñamos con un modelo que cuente con equipos interdisciplinarios que cuiden individual y colectivamente de nuestra salud, mediante acciones de prevención y vigilancia de la salud pública que protejan a los grupos poblacionales con mayor vulnerabilidad para que estos puedan enfrentar las consecuencias de las enfermedades. Así evitamos que las personas enfermen y pierdan la plenitud de sus capacidades físicas y psíquicas, pues esta pérdida así sea transitoria, ya está vulnerando sus derechos, y ni qué decir si hay secuelas permanentes o la muerte como consecuencia de enfermedades prevenibles. Esta injusticia ocurre a diario en nuestro país y constituye una de las peores violencias contra la población, violencia que por silenciosa no deja de ser atroz.
Soñamos un modelo sencillo y transparente, financiado por impuestos generales, donde quien más tiene más pague, pero en el cual todos disfrutemos de los mismos beneficios. Esos recursos deben llegar directamente a quienes prestan los servicios necesarios para garantizar el derecho, sin ningún tipo de intermediación y deben contar en todas las instancias con una rigurosa veeduría ciudadana, así se derrota la corrupción que drena actualmente gran parte de los recursos de la salud
Soñamos un modelo universal, que le brinde a todos los habitantes del territorio salud de la mejor calidad, y al mismo tiempo atienda las necesidades diferenciales, para lo cual la prestación de los servicios asistenciales debe mejorar en todos los territorios y responder a sus particularidades culturales y contextuales, no es justo que haya colombianos condenados al olvido por el hecho de vivir en lugares alejados de las grandes capitales, si lo logramos esto significaría un paso gigante para recuperar la dignidad de pertenecer a la Nación.
Soñamos en un sistema que cuide y acreciente el patrimonio público en la prestación de salud. Todos los municipios deben contar con instituciones públicas bien dotadas y centros de salud que sirvan a los poblados más alejados de manera que la distancia no sea una barrera insalvable para el acceso a los servicios sanitarios. La rentabilidad que deben exhibir al final del año es la rentabilidad social, que se demuestra con enfermedades evitadas, pacientes curados, enfermos acompañados con humanidad y personas felices, no con dinero en el banco.
Soñamos con un modelo que dignifique a todos los trabajadores de la salud, que reconozca su importancia en la sociedad y garantice su desarrollo profesional y humano, con vinculaciones estables, salarios dignos, posibilidades de educación continuada, autonomía y respeto a su labor. No queremos héroes, queremos trabajadores que realicen su labor con sentido social y humano, que no se sientan maltratados ni frustrados en sus lugares de trabajo, y que obedezcan a una ética garante de la vida y a una ciencia en favor del pueblo.
La invitación es a expandir este sueño entre todas y todos, a difundirlo, a impulsarlo y a defenderlo, tanto a la hora de instalarlo como ley, como en el día a día, porque lo mejor de todo es que nunca será un sueño acabado, tiene que ser revitalizado todos los días, por lo que el espacio del que debe nacer, la asamblea popular, no puede darse el lujo de descansar, tiene que volverse costumbre, como tiene que volverse costumbre la dignidad.
Mesa Por la Salud y la Seguridad Social de Antioquia
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Tomado de: Oficina de Prensa Mesa por la Salud y la Seguridad Social de Antioquia