El que dijo Uribe

Tomado de: www.elespectador.com

Por: Piedad Bonnet (foto)
Columnista de El Espectador

Muchas veces la gente, por complacer a alguien, por no saber decir no o por pura ambición, se ve metida en camisa de once varas. Creo que a Iván Duque le ha pasado eso, con consecuencias funestas para todos y también para él mismo. Una primera vez fue cuando Uribe adelantó hacia él su dedo índice y lo señaló como su escogido. Él, sin medir las consecuencias, creyendo que le bastaba su corto currículum para gobernar un país, dijo que sí, que cómo no, que gracias, y terminó encaramado en el potro encabritado que es Colombia. Dado el paso y tal vez para protegerse, optó, como los adolescentes, por rodearse de su propia “barra” de amigos, comenzando por el fiscal, y como buen subordinado puso en cada casilla a aquellos que su jefe le fue recomendando. Tampoco supo Duque decir no a Carrasquilla y a su desalmada e inoportuna reforma, ni revertir la decisión a tiempo. Y es que el presidente ha demostrado que no tiene ni poder de reacción ni sentido de la oportunidad. Tan fuera de base vive, que la única vez que decidió independizarse de los consejos de su mentor, empecinándose en la reforma, le salió el tiro por la culata. Dicen que el que empieza una estupidez suele llevarla hasta el final. Cómo sería en este caso, que hasta sus copartidarios lo dejaron solo.

Se habla mucho de la soberbia de Duque. Y existe. Sin embargo, creo que estamos, sobre todo, ante un hombre que para poder creerse él mismo su papel decidió adoptar ese aire solemne y ese hieratismo de tótem que le sirven para esconder su inseguridad y su falta de criterio. Las cuales también intenta disimular refugiándose en su programa televisivo, anodino y monótono como su conductor, cuyo discurso nunca alcanza vuelo, ni aun en los momentos más dramáticos. Porque, y esto es lo más triste, el presidente no pareciera tener sensibilidad social alguna. ¿O se le ha visto conmovido alguna vez, doliéndose de las víctimas de las masacres, de la violencia policial, de los miles de muertos en la pandemia? ¿A quién, que no sea él o Carrasquilla, se le puede ocurrir gravar los servicios funerarios cuando están muriendo cientos de colombianos al día, o poner IVA a productos básicos que no lo tenían, cuando la pandemia tiene a millones de ciudadanos hundidos en la pobreza? Lo que vimos esta semana, en la que hubo más de 30 muertos en las protestas, la mayoría jóvenes, fue un presidente deseoso de congraciarse con las Fuerzas Armadas, que no mencionó el paro ni rechazó la violencia de la fuerza policial, y que en vez de solidarizarse con las víctimas sólo habló de vándalos y de posible “asistencia militar”. Peor aún: como si pusiera en entredicho lo denunciado por organizaciones internacionales, mencionó los abusos como hipotéticos: “Si se llega a presentar una actuación fuera del marco de la Constitución que afecte los derechos de las personas, como lo he hecho siempre, no lo aceptaré de ninguna manera”.

No pretendo, ni mucho menos, decir que Iván Duque sea un político inofensivo, víctima sólo de su impericia. Queda claro que es también un político de derecha que se ha alineado siempre contra la paz, que ha defendido ante todo los privilegios de los poderosos y menospreciado el dolor social. Como tal vez podía esperarse del que dijo Uribe.

Tomado de: www.elespectador.com