Poema
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico asmedista Guillermo Henao Cortés (foto)
Ginecoobstera, Poeta
Con familiares y amigos.
Casa en una alta y apartada colina.
Calor seco, a veces brisa ligera.
Contemplo las distantes y arrugadas montañas
y las escasas y polimorfas nubes lechosas, con un fondo azul.
¿Hasta dónde llegará este azul?
¡Qué cielo tan admirable y gratificante!
¡El cielo!
(no existe lugar ni vacío ni tiempo fuera del cielo)
(el cielo en su conjunto (“es decir, el universo”)
ni ha sido creado ni puede ser destruido). (Aristóteles).
Lo contemplo, hasta donde puede verse,
mientras leo los poemas de José Saramago
y tomo notas
en esta clara sala de paredes de vidrio.
Algunos insectos voladores, mariposas, chapolas,
chocan, sin éxito, contra las vítreas separaciones.
E insisten e insisten.
Se alejan luego hacia el prado circundante
donde hay diversos animalitos rastreros.
Aparecen en la sala varios ciempiés, pequeños y medianos,
que por doquier la recorren (recorrer no es re-correr).
En líneas rectas y curvas avanzan, giran, retroceden.
Tantean con sus antenas. Cambian de ruta si se tactan con ellas.
Cuando encuentran algún obstáculo o ranura (pequeño precipicio)
se detienen y piensan para buscar otro rumbo.
Por si pasan bajo mi silla o cerca de mí
subo mis chanclas al sillón, las pongo boca abajo, y levanto mis pies desnudos.
Al ver los ciempiés María Cruzana huye despavorida,
Sofía sonríe, pasiva, e Irene acude,
con calma los coge por su dorso y los regresa a la manga.
Busco en Google: 3.300 especies, algunas venenosas.
¡Ésta no!
Vuelvo a mis lecturas.
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Los ciempiés no tienen cien pies.
Parcelación Centro América, Sopetrán. 28-03-2021