Legalización o muerte

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Juan Fernando Uribe Duque (foto)
Escritor, Asmedista

Junto al petróleo, el tráfico de armas y el fútbol, el narcotráfico es tal vez el mejor negocio del mundo: US 800.000 millones anuales de ganancia, con más de 600 millones de ávidos consumidores. Sólo en Estados Unidos son más de cuarenta millones quienes están prestos en las calles, en los colegios, en el comercio, en la industria, en las universidades, incluso en el Congreso y en los conciliábulos políticos, para sacar el ratico y darse su «pase glorioso» y seguir trabajando o bailando o jugando o simplemente para seguir » viviendo sabroso».  También su porrito, y ahora las pastillas mágicas de metanfetamina u otras de las llamadas «maravillas sintéticas»-de efectos gratificantes-, además de la cocaína. El licor sería el condimento, algo así como un buen cigarrillo después de almuerzo.

¿Pretendemos acabar con el negocio, así como se pretendió acabar con la producción y distribución del licor en los años veinte, creando la mafia más poderosa de la historia? ¿Pretendemos continuar con la lucha contra los narcotraficantes alimentando la industria de la guerra, la matanza de los más pobres, y el despojo de las tierras para enriquecer a terratenientes y políticos áulicos de los grandes carteles?

Al grueso de los frentes guerrilleros de las FARC no los acabó el asedio militar del ejército ni el desprestigio o la vejez de sus líderes cansados, los acabó el narcotráfico que los permeó desvirtuándolos. Lo mismo sucede con el ELN en sus últimas pataletas de cansancio, mientras nada en dinero, poder militar y resentimiento.

Colombia podría ser potencia mundial como productora de cocaína y marihuana medicinales, procesando adecuadamente estos productos al suprimir los componentes adictivos y estudiar su valor terapéutico. Ya muchos países han ido legalizando estas sustancias con óptimos resultados, pero nosotros pareciéramos no aprender de la historia y el curso natural de las cosas; toda sociedad tiene que aprender a convivir con sus debilidades, sus vicios, sus enfermos, sus borrachos, sus delincuentes, pero nos seguimos condenando a una guerra de masacres y funerales comunitarios.

¡No más Bojayás, no más Aros, no más Mapiripanes!, no más líderes negativos llamando a la barbarie ecológica para combatir un cultivo que se regeneraría al mes siguiente cuando los capos negocien o amenacen a jueces y familiares.

¿Repetiremos el sainete de la torpe moral, para después implosionar otros Mónacos entre bombos y bailes de club, fingiendo que estamos ganando la batalla?  El perdón no es olvido, pero el no olvidar no significa reconocer los errores y enmendarlos a tiempo: estar girando en círculos y pataleando en sentimientos de rencor y venganza, sólo conduce a perpetuar el caos.

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia