Segunda parte
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Hernando Restrepo Díaz (foto)
Asmedista
Querido amigo, en esta, mi segunda carta, quiero contarte:
Luego de unos días en observación, hasta ahora mi organismo ha respondido bien.
Extraño y añoro muchas cosas. Solo te anoto algunas: aquí nadie debe visitarnos; entendiéndose que ello es lo mejor para todos nosotros y para nuestros allegados; pero, necesariamente así se siente mucho más la soledad de cada uno y la añoranza por el calor del hogar; aunque con frecuencia hablo por teléfono con mi señora y con los hijos -no me gusta hacerlo por video, me aumenta la nostalgia, me hace llorar-, ya comprenderás que eso no me anima lo suficiente.
Hace mucho frío día y noche en este lugar y, aunque solícitamente me cobijan, no tengo a mi lado mi cafecito con leche y caliente, el que acostumbro tomar. También añoro aquellas veladas que frecuentábamos los dos, para degustar un buen algo con nuestras esposas; y, como van las cosas, es muy difícil que eso podamos continuarlo.
Son muy tristes, los he visto y escuchado en varios documentales y los he leído, los testimonios de pacientes muy delicados, de los cuales, la mayoría de ellos se han recuperado en varias semanas, pero otros muchos luego han fallecido. Y se mueren solos, no hay despedida de la familia; agregándose a lo anterior, lo que expresan sus parientes más cercanos, sobre esta horrible pandemia y sus consecuencias funestas. Amén de los conceptos emitidos por el personal de salud, tanto de quienes los asisten en vida, como de los que deben encargarse de los cadáveres y de la entrega de ellos a sus deudos.
Es muy difícil que alguien del personal de salud, en especial los médicos, puedan escuchar con calma mis inquietudes y las de los otros pacientes; y solo se les observa en sus ojos y en sus gestos el ánimo que no decae de ejercer su labor lo mejor posible. El tiempo los apremia, y por ello a duras penas nos saludan por nuestros nombres, con el conocido: “cómo está?”, ¿cómo se siente hoy?
Amigo, aquí en Urgencias, y diciendo presente, también está la muerte y no quiere irse, se pasea impunemente entre nosotros. Así como lo dice Azeneth, aquel personaje del libro LOS ANIMALES DEL CIELO, escrito por tu profesor de Literatura, Luis Fernando Macías: “… Así es la vida. Cuando la muerte llega a una casa y se amaña, se queda haciendo visita”. Ya he notado la ausencia y el no retorno de varios vecinos de cubículo. Siempre han sido muy distintas al común las circunstancias que rodean a la enfermedad y a la muerte en los hospicios. Y muy particularmente diferentes al interior de este azote mundial.
Para continuar, voy a valerme de otra parodia, sobre una vieja canción titulada
Miedo De Hablarte
Autor: Julio Jaramillo
Tengo miedo de hablarte
pero quiero decirte…
guardo aquí en mi alma
un rincón para ti
y quiero que comprendas…
que yo te quiero tanto
que no hay nadie en el mundo
que te hable de amores…
como yo te hablo a ti
Me moriría de pena
si yo nunca lograra
estrecharte en mis brazos
y sentir tu calor
Yo sé que tú lo dudas
que yo te quiera tanto
si quieres me abro el pecho
y te enseñó el corazón.
PARODIA:
Tengo miedo a recaer y complicarme,
luego de sentirme algo mejor,
como ocurre con muchos pacientes.
No espero que comprendas, por qué
aquí me he acobardado tanto;
es algo muy personal; destacando que,
por nada en el mundo me había sentido así.
Sería para mi gran pena,
si yo nunca lograra superar este trance;
recuperar mi salud es mi gran ilusión,
aunque sé que ello sería empresa dura.
Pero, pienso, -Y es este un temor aún mayor-:
Si se ocurre que mi cuerpo no resiste,
y al unísono sobreviene la terrible,
pero esperada oleada
de pacientes contagiados y en grave estado;
puede ocurrir que, ante esa situación,
no alcance para mí una cama en la UCI,
o, que no exista el personal capacitado necesario.
Y aquí, viejo amigo, es necesario evocar
algo que como médicos bien comprendemos:
el hecho de que, llegada esta circunstancia,
el personal médico se vería en la dolorosa, pero necesaria situación de decidir a quienes salvar.
Siempre procurando salvar el mayor número de vidas, pero, priorizando la atención de los pacientes críticos recuperables,
mientras que a otros no alcanzarían a atenderlos, o, lastimosamente, por su extrema gravedad,
tendrán que dejarlos morir.
Prima en esto, un criterio de selección,
tendiente a racionalizar el uso de los recursos disponibles, generalmente insuficientes,
ante una tragedia de tal magnitud.
Ahora bien, ¿recuerdas, amigo, que, en nuestra práctica como médicos de urgencias, siempre tuvimos como incómoda compañía a la muerte, y con ella miles de veces nos enfrentamos de igual a igual, cara a cara? Es cierto, le arrebatamos muchos enfermos críticos, mas, en otros casos, por suerte los menos, ella era quien reclamaba para sí la victoria.
Una situación similar, que lastimosamente ha cobrado la vida de muchos colegas nuestros, y que es en mi caso aun hipotética, sería bastante diferente: me enfrentaría a la muerte, inerme, sin poder hacer nada contra ella, y dejando que otros, éste personal de salud, luchen contra ella por mí. ¿No sería esto paradójico? Sería la paradoja del final de mi ciclo de vida.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia