¿Por qué los “delfines” no van a la guerra?

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Roberto López Campo (foto)
Neumólogo
Ex integrante Taller de Escritores ASMEDAS Antioquia

Fue una tarde de septiembre cuando, en compañía de mi esposa, ingresé al Hospital Pablo Tobón Uribe con el propósito de visitar a mi gran amigo, quien sería sometido a una delicada intervención quirúrgica al día siguiente.

Consternado como estaba, volaron por mi memoria, fugazmente, acontecimientos compartidos con mi amigo, cuya amistad se inició cuando aún éramos niños, camino hacia la adolescencia.  Con el tiempo, en medio de avatares y momentos de felicidad, se fue haciendo más sólida, hasta transmitírsela a nuestros hijos y a nuestros nietos, que, como un enjambre de abejitas, ahora disfrutan solidariamente, como si fueran una sola familia.

Pero mis cavilaciones tomaron otro rumbo al presenciar, en el corredor frontal del hospital, a tres jóvenes soldados, sentados en sendas sillas de rueda, esperando, quizás, que los trasladaran a la Brigada. Ninguno aparentaba tener más de treinta años. El menor, tendría veintidós.

Con sus rostros adustos y sus miradas mustias, parecía que estuviesen meditando sobre lo que serían sus vidas futuras, luego de que fueran víctimas de las minas antipersonas, sembradas inmisericordemente por la guerrilla y por los paramilitares, que siguen azotando el territorio nacional, sin ningún recato.

En el más joven pude observar la ausencia de su miembro inferior derecho desde la articulación de la rodilla. El muñón, cubierto por una venda blanquecina, era la impronta fatal que le dejó esta guerra sin sentido.

A su lado, otro hombre de tez morena, apoyando su cabeza en su mano izquierda, contempla con tristeza lo que quedó de sus miembros inferiores: del izquierdo tan sólo el muslo; del derecho, apenas un recuerdo de esas extremidades con las cuales recorrió caminos desconocidos, tratando de descubrir al enemigo, a quien tampoco conocía.

El mayor de los tres, famélico, de piel terrosa, tenía cubierta la cabeza con un ancho vendaje y su miembro superior izquierdo sostenido por un cabestrillo metálico. Era el único que murmuraba algunas frases, como animando a sus compañeros de infortunio.

Eran tres “héroes” de la Patria que, comenzando a disfrutar de la vida, vieron frustradas sus esperanzas, cuando convencidos por los mandos superiores de que debían cumplir con su deber, se internaron por las selvas, para ellos desconocidas, para cazar subversivos. Un paso en falso fue suficiente pues, al pisar una mina, junto con sus extremidades volaron también muchos de sus sueños, así como los de sus padres, esposas e hijos.

Salidos de hogares campesinos, o del montón de jóvenes con escasa educación, ante la necesidad de poseer la libreta militar para poder desempeñarse en algún oficio o, tal vez, conscientes de que es un honor servir a la Patria, se enrolan en las filas del ejército o más tarde en los cuerpos de policía, para muchos de ellos ser víctimas de la metralla, de una mina o del estallido de una bomba que, con sevicia y espíritu asesino suelen utilizar los subversivos,

Mientras que estos infelices quedan mutilados o pierden la vida a temprana edad por defender a los ciudadanos, ¿qué hacen los “delfines”, azules o rosados, para mejorar las condiciones de los desposeídos?

Ellos, favorecidos por la fortuna, que han gozado de una vida más holgada, que han alcanzado un alto nivel de educación, que apoyados por sus progenitores han logrado ascender en la escala social, hacen fila para lograr ocupar un escaño en el Senado o la Cámara, ser nombrados en consulados y embajadas, ocupar un ministerio, olvidando los compromisos que adquirieron cuando les hicieron esos nombramientos.

En lo que parece ser una herencia de las monarquías del viejo continente, ellos, afortunados cual más, hacen filas, apoyados por sus padres o por caciques regionales, cuando no por los capos de las drogas, para ocupar un escaño en la Cámara o en el Senado, representar al país en un consulado, en una embajada o en cualquiera otra posición que satisfaga su ego.

Ellos, que han disfrutado de los favores del Estado, que recibieron los votos de miles de ciudadanos para representarlos en la Cámara y el Senado, con la esperanza de que con sus Leyes mejoraran el nivel de vida de los menos favorecidos, en muchas ocasiones se muestran indiferentes ante los reclamos de los ciudadanos, pero más interesados en sus logros personales.

Sin ningún asomo de vergüenza, decretan alzas de sus sueldos y de sus jubilaciones, que sobrepasan, en altos porcentajes, las de muchos profesionales que han laborado por largos años pero que no tuvieron el privilegio de pertenecer a la “monarquía criolla”.

Muchos de ellos, en el convencimiento de que sólo la paz se alcanzará matando guerrilleros y paramilitares, olvidando los orígenes del conflicto, incitan hacia la continuación de esta guerra fratricida y se oponen al diálogo inteligente y razonable, mediante el cual pueda lograrse la paz que tanto anhelamos y que nos permita disfrutar de una convivencia más placentera entre los ciudadanos de esta nación, sin distingos de razas, religiones o colores políticos.

Entusiasmados por seguir disfrutando de las exageradas regalías que les brinda el Estado, en épocas preelectorales hacen campañas para convencer a los ingenuos ciudadanos de que ellos son los llamados a mejorar sus condiciones de vida y olvidan sus compromisos, juramentados cuando ocuparon una silla en el Congreso o en la Cámara de Representantes.

Su ausencia durante los debates para disertar acerca de la crisis de la salud, de la violencia en las ciudades y en los campos, de las decenas de accidentes automovilísticos que a diario se suceden por causa de la irresponsabilidad de conductores alicorados y de otros temas que interesan a la comunidad, son la prueba fehaciente de que están más interesados en su futuro personal que en el bienestar de los colombianos.

Pero si afirman estar tan comprometidos con el país, a la vez que defienden la lucha armada, ¿por qué no envían a sus “delfines” a la guerra?

13 de octubre de 2013

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

 

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