Personal de salud, los primeros en la línea de atención

Tomado de: www.elcolombiano.com

Ponen el cuerpo y el alma para salvar vidas. Así lo hacían desde antes de la pandemia, pero en marzo del 2020 llegó la covid-19 al país y los puso a estudiar, cambiar procesos, ampliar servicios y atender pacientes con un virus que se comporta extraño y que ataca más rápido a los vulnerables. Hoy siguen en primera línea, en las Unidades de Cuidados Intensivos, hospitalización o en urgencias con turnos de doce horas o más y con la nostalgia de ver poco a sus familias. Saben que están expuestos y no verlos, o verlos desde lejos, es una forma de blindar a sus seres queridos.

En los cinco meses de atención del nuevo coronavirus en Antioquia han muerto tres profesionales de la salud en el departamento con covid-19: el primero fue Felipe De La Cruz Luna, ginecobstetra que trabajaba en Apartadó (Urabá) y murió luego de ser remitido a Medellín. Luego se presentó el caso del doctor José Raúl Montoya, quien falleció el pasado miércoles luego de estar internado en cuidados intensivos desde finales de julio por el deterioro de salud al contraer el virus. Montoya se desempeñaba en el cargo como subgerente Científico del Hospital del Sur en Itagüí: para sus familiares y compañeros de turnos también va un mensaje de solidaridad y gratitud por la labor del día a día.

El sábado falleció el médico Andrés Felipe Gaviria, quien integraba el equipo de salud de la Clínica Somer de Rionegro: “Nos unimos en un sentido homenaje para uno de los héroes, que entregó su vida para servir a otros. Nuestros aplausos y reconocimiento para el médico Andrés Felipe Gaviria, quien fue parte de nuestro equipo de trabajo durante algunos años. Nuestras condolencias para su familia”, manifestó la institución a través de sus cuentas.

Al cierre de la edición, la Seccional de Salud de Antioquia reportaba que de las 863 camas UCI para pacientes con covid-19 en el departamento, hay 698 ocupadas (pacientes confirmados y sospechosos) lo que implica que la ocupación de camas es del 80.88%. Otros 388 pacientes con covid están en hospitalización general. Vale recordar que desde el pasado 30 de julio el departamento entró en fase de alerta roja hospitalaria.

Aquí tres perfiles donde profesionales de la salud hablan de sus aprendizajes, miedos, satisfacciones y luchas para contener el avance de la pandemia en la capital antioqueña .

Diego Gallego, terapeuta respiratorio Hospital Pablo Tobón Uribe

Tiene 32 años de edad y llegó al mundo de la terapia respiratoria hace más de una década de la mano de un amigo que lo involucró en el cuento. Estudió la carrera en la Universidad Autónoma de las Américas hasta el 2009 y luego se especializó en cuidado intensivo crítico. En el Hospital Pablo Tobón Uribe está desde 2011, siempre en los equipos que atienden las UCI y ha trabajado también en ambulancias aéreas. Hoy, en primera línea de atención de la pandemia:

“El paciente hoy puede estar bien y en 12 horas requiriendo oxígeno y que lo intuben. La enfermedad evoluciona de una manera muy rápida y muy agresiva a nivel pulmonar. Eso nos ha enseñado y nos ha puesto a estudiar demasiado porque es una enfermedad muy compleja de manejar desde la parte ventilatoria y que tiene procedimientos diferentes. La manera como se intuba un paciente covid es completamente diferente a como se intuba un paciente postquirúrgico o de cualquier otra patología”.

Son 14 terapeutas respiratorios en las unidades de cuidados intensivos para pacientes covid y por lo general tienen turnos de 12 horas, pero a veces les toca doblarse. Allí aplican estrategias de protección pulmonar y cada uno está a cargo de entre 8 y 9 pacientes. El equipo lo integran junto a un intensivista y el personal de enfermería.

“Constantemente estamos acomodando a pacientes intubados en posición prono (boca abajo) porque el pulmón cambia de posición y permite que las zonas que no estaban ventilando, ventilen mucho mejor. Es un proceso largo, difícil, de mucho cuidado porque se pueden extubar o quitar algún catéter. Son momentos estresantes”, cuenta. La satisfacción de ver la evolución de personas que llegan en un deterioro grande lo justifica todo.

Diego recuerda siempre los momentos previos a la intubación, cuando se forma un vínculo emocional con el paciente que aún puede hablar y que tiene miedo de lo que viene.

“Cuando evolucionan, lo extubamos y uno vuelve a hablar con él luego de 8 o 10 días de estar intubado, y el paciente te reconoce y te agradece lo que hiciste es muy gratificante”, relata.

Por medida de autocuidado se aisló de su familia en los últimos meses y solo ve a su hija Celeste (de apenas un año y medio) el día que le dan resultado de la prueba y da negativo. “Si uno escogió esta profesión, o cualquier otra de la salud, es por vocación y porque le gusta ayudar a los demás. Miedo de enfermarme no me da, pero sí hay incertidumbre y piensa mucho en la familia y en qué pasa si uno los contagia a ellos. “Han sido meses difíciles de ver desde lejos a mis papás y de no poder abrazarlos. Lo mismo que con mi hija que la veo muy poco y es duro no poderla aprovechar y compartir con ella como uno quisiera”.

Lina zapata, enfermera en la clínica de la 80

Tiene 28 años y los últimos seis años y medio ha estado dedicada a cuidar pacientes. Primero en su natal Manizales, donde se había formado como enfermera en la Universidad Católica de Manizales, y luego en la capital antioqueña en el Hospital General Luz Castro de Gutiérrez en el área de hospitalización.

La pandemia le ha impedido ver a su familia desde enero pasado y la llevó por un nuevo reto profesional: participar en la comitiva del centro hospitalario que hoy atiende pacientes covid en la Clínica de la 80 en Belén.

Allí recibió a los primeros pacientes que llegaron al renovado centro hospitalario a finales de julio y combina sus días entre turnos asistenciales y labores administrativas. Entre lo urgente del paciente y lo importante de organizar como ampliar servicios y mejorar los procesos de atención de una enfermedad nueva para todos.

“Uno de los aprendizajes más grandes ha sido tener más conciencia en el uso de los elementos de protección, porque prima el asunto del autocuidado. Los tiempos de atención al paciente son más extensos y es complejo porque no tienen acompañantes ni visitas. Hay muchas personas que no creen en el virus y eso es un reto para nosotros generar esa interacción y ese factor humano con el paciente y con su familia. Está el estigma que nos están pagando por catalogar pacientes covid y aunque no es cierto hay que sortear todas esas cosas para poder brindar una atención adecuada y que no nos afecte ese tipo de rumores que, incluso, han llegado hasta la agresión”, cuenta en medio del corre corre de todos los días.

Lina cuenta que entiende la angustia de las familias y la impotencia por no poder ver en persona al paciente, pero aclara que eso en ningún caso puede recaer en ataques contra el personal médico que trabaja todos los días y le pone alma, cuerpo y corazón para que los pacientes se recuperen.

“Cuando el paciente estuvo en UCI delicado y uno con el equipo ve la evolución y que después con los días el personal lo saca para darle de alta es muy gratificante. Son momentos de satisfacción valiosos y muchas familias valoran ese esfuerzo de los equipos médicos”.

Esas pequeñas dichas y la vocación de servicio hacen que las renuncias a lo familiar y lo social que ha implicado la pandemia tengan sentido y que haya fuerzas para levantarse todos los días con la idea de servir y ampliar servicios sin sacrificar la calidad. “Es claro que la pandemia nos cambió mucho a todos. Yo iba cada mes a visitar a mi familia a Manizales y ya llevo mucho tiempo sin poder viajar. El trabajo se ha intensificado y lo social está relegado, a veces es difícil que el trabajo sea más y más y que uno no pueda abrazar a los seres queridos”.

Juan José Vélez, médico intensivista Hospital General

A sus 44 años de edad, este médico y subespecialista en cuidados intensivos tiene la responsabilidad de coordinar un servicio de cuidados intensivos que se cuadruplicó en número de camas y que ha sido uno de los principales escenarios donde se salvan vidas en el desarrollo de la pandemia.

También ha sido testigo de la angustia de las familias que están lejos de los pacientes y del daño que han hecho algunos rumores que se propagaron en redes sociales sobre una supuesta conveniencia para que el personal de la salud clasifique cualquier caso crítico como covid-19.

“Las primeras cuarentenas, así la gente no lo crea, nos dio tiempo avanzar en la preparación del hospital, conseguir los elementos de protección personal que no estaban a la mano, gestionar medicamentos y entrenar al personal. En cinco meses pasamos de tener 23 camas UCI a 80 y nos esforzamos igual por sacar adelante a todos los pacientes. Nuestro objetivo es que los pacientes salgan rápido, salgan bien, que salgan lo más similar a su estado previo”, cuenta en medio de uno de los turnos de doce horas.

El hospital público más grande de Medellín, donde trabaja Juan José desde hace nueve años, afrontó en los últimos días dos situaciones difíciles por la agresión de pacientes y familiares al personal médico. En uno de los casos Jaime Cardona, médico del área de urgencias, sufrió un golpe en el tórax.

“Las redes sociales nos han hecho una salida en falso al decir que nosotros (los médicos) pudiéramos tener algún tipo de beneficio económico por diagnosticar a más pacientes con covid. La realidad es que mi contrato no cambia en absolutamente nada y desgasta un poco explicarle eso a las familias. Las agresiones al personal de la salud son puntos negros en un telar blanco: se notan y desgastan mucho, pero son más los casos de satisfacciones por la labor del día a día”, cuenta el médico. Para el médico, ha sido clave en la baja tasa de letalidad que aún registra el departamento en estos cinco meses de pandemia (1,8 % al cierre de la edición) el papel de la academia y de que el departamento tenga una suma de talentos y una tradición en cuidado crítico de pacientes: “Hemos sido pioneros en cuidado intensivo al tener la primera facultad de medicina crítica que fue la UPB y ahora tenemos tres universidades con especialización en cuidado intensivo de alta calidad que son la U. de A., el CES y la UPB”.

El aprendizaje sigue porque nadie que trabaje en salud había afrontado una pandemia. A pesar de la exposición y los puntos negros en el telar, hace a un lado el temor y se siente con fuerzas para seguir salvando vidas.

Tomado de: www.elcolombiano.com

 

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