Un recuerdo imborrable

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Roberto López Campo (foto)
Neumólogo – Ex integrante Taller de Escritores ASMEDAS Antioquia

Es la hora del crepúsculo. Sentado frente al mar, el viejo Esteban contempla, con mirada distraída, cómo el firmamento se ha teñido de una gama de brillantes colores cuando el sol está ocultándose en el horizonte.

Su rostro adusto, ya surcado por los años, refleja la tristeza que lo abruma.

Mientras que fuma una pipa y deja mojar sus pies por las olas, se muestra indiferente ante las gentes que por allí transitan. Nada parece interesarle. Sólo los recuerdos, guardados en su mente por muchos años, dan vida a su pobre existencia.

─“El mar se la llevó y no me la devuelto” –suele repetir en un murmullo, que las olas se llevan mar adentro.

Algunos de los habitantes del lugar lo tildan de demente. Pocos conocen los motivos de su pesar.

En varias ocasiones, cuando salgo a caminar por la playa, lo he contemplado en actitud semejante, sin comprender la pena que lo agobia.

Multitud de versiones se tejen en el poblado acerca de la causa que ha llevado al viejo Esteban a ese comportamiento.

Bajo la techumbre de un rancho, de paredes roídas, un pescador, contemporáneo del viejo Esteban, quien afirma haberlo conocido desde muy joven, estimulado por unos cuantos rones, me cuenta:

─Es un viejo marino que durante muchos años se enfrentó a los peligros del mar. Solitario, reside en un viejo caserón, muy cerca de la plaza.

─Muy joven aún, cuando no había cumplido sus veinte años, conoció a una esbelta muchacha, de rostro amable, con quien solía encontrarse aquí en la playa en reiteradas ocasiones. Tomados de la mano, durante muchas tardes, deleitando alegría, los vi caminar hasta la punta del muelle ─me dijo, señalando la vieja estructura del atracadero que dormía en el mar.

─En otras ocasiones, los observé sentados en la roca cercana al sitio en donde ahora suele ir con suma frecuencia. ¡Eran felices elaborando sus sueños!

Pero una mañana, cuando la mar se mostraba agitada, ella, en un acto irracional, penetró.

Unos pocos testigos afirman que en segundos desapareció entre las turbulentas olas, que furiosas se estrellaban en la playa.

¡Nunca encontraron el cuerpo de la amada!

Volví a pasear por la playa, y allí, junto a la roca, enmohecida por el tiempo, sentado en la arena, el viejo Esteban, en voz muy queda repetía:

─”El mar se la llevó y no me la ha devuelto”.

(Del libro “Los rezagos de la guerra y otros relatos” Julio de 2015)

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

 

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