Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Aura Echeverri Uribe (foto)
Escritora, Taller de Escritores de ASEDAS Antioquia
El tiempo transcurría, la rutina y sus actividades no presagiaban nada fuera de lo común. Un día sin pensarlo llegó un asesino invisible, nadie lo veía, pero ahí estaba, parecía un fantasma, era real y el muy astuto hacía sus fechorías, sin que nadie se percibiera de que estaba cerca. Fue así que, de la noche a la mañana, los gobernantes ordenaron a todos los súbditos de la tierra que debían encerrarse, que no podían salir, ni acercarse a ninguno otro ser humano. La sentencia se escuchaba en susurro, pero se oía a gritos, todos lo pregonaban. El pánico a un enemigo, al que no podían ver y que traía con él la muerte, los obligó a esconderse. Las autoridades y los médicos epidemiólogos investigaban, se reunían, tomaban decisiones para proteger a las comunidades. No estaban preparados, jamás lo imaginaron.
Antes de que llegara el visitante, todo eran guerras y luchas entre hermanos, envidia, traiciones, calumnias, corrupción y los gobiernos se provisionaban de armas para defenderse; sin embargo, la lucha era desigual. El maligno siempre ganaba las batallas, pocas veces los caminantes desprevenidos salían airosos. La persecución y el robo en todas las esferas era lo corriente.
Nada servía contra este enemigo, recién llegado, los muertos no cabían en los hospitales. El terror caminaba sin rumbo, pero unos hombres y mujeres que trabajaban en la salud, salieron con valentía y amor en busca del incógnito. No tenían las herramientas que necesitaban para combatirlo. Hacía mucho tiempo, los tenían abandonados a su suerte, sus voces y protestas en busca de los elementos necesarios para salvar vidas no llegaban y mucho menos los sueldos para subsistir, porque no los valoraban, ni pensaban que eran los únicos capaces de salvarles la vida. Ellos sabían cómo combatir al invisible, sólo necesitaban del poder de Dios y de las medicinas y demás instrumentos que se les había negado.
La conciencia fue supliendo a la desidia y empezaron a escucharse voces de presidentes, ministros y consejeros. El dinero fue llegando, las entidades gubernamentales y las privadas se unieron para resolver el caos y aprovisionar a aquellos hospitales en los que la salud lloraba desde hacía mucho tiempo. Las voces de los médicos nunca fueron escuchadas. Ahora tenían que proceder con prontitud y si no, se acabaría la humanidad y no habría ni gobernantes ni gobernados.
Algunos lo tomaron con calma y otros, con el terror y la angustia reflejada en el rostro, renegaban y atacaban a los médicos, enfermeras y demás encargados de la salud, creían que los iban a contagiar porque cuidaban a los que llegaban a las clínicas, ardidos de fiebre y acosados en la respiración. Ellos los atendían, se dedicaron a investigar, a curar, atender y a sanar a los infectados por aquel verdugo que había llegado sin anunciarse.
El nuevo y misterioso recién conocido, solapadamente y de improviso, los contagiaba mediante un estornudo, unas gotitas de saliva, tratando por todos los medios a su alcance de llevarse aquellos seres descreídos que seguían saliendo, que no usaban tapabocas ni se lavaban las manos y muy orondos conversaban y se acercaban a sus congéneres, sin atender las normas para evitar que el intruso entrara en sus cuerpos. Los quería borrar de la tierra, atormentándolos con fuertes dolores de cabeza y en el pecho, con horrible dificultad para respirar y con fiebre… Solo los podían salvar aquellos personajes con conocimiento, amor y con investigación, vestidos con trajes blancos y de colores pálidos, que hacían hasta lo imposible por rescatarlos de sus garras, garras traicioneras y aterradoras; sin embargo, el humano no se daba por aludido del esfuerzo, la dedicación y del trabajo arduo y continuo de estos personajes que minuto a minuto investigaban, atendían y cuidaban a los indolentes; muchos sacrificaron sus vidas para salvar a otros. Ciegos, cobardes, sin lucidez mental y con la maldad emponzoñada en su ser, los atacaban. Después de horas infatigables de lucha contra la enfermedad y la muerte, los personajes que laboraban en la salud regresaban a sus hogares, no podían entrar, los vecinos no los dejaban, y los trataban con palabras soeces, no querían que los contagiaran y menos morir; y cuando se dirigían a sus sitios de trabajo, les destruían sus vehículos con piedras y los atacaban. No contentos con estas injurias y crueldades, mandaban escritos amenazantes a sus familias, para que desocuparan sus viviendas y en medio de este infierno, con el enemigo latente, sin vacunas para destruir al asesino, que celosamente seguía a los habitantes de la tierra, estos valientes y heroicos hombres continuaban en la lucha. Tuvieron que dejar a sus familias y vivir en hoteles y residencias para evitar que el diablo, con su guadaña y vestido de ser humano, ingrato e incapaz de conocer la nobleza de la gratitud, matara y humillara a su salvador.
Estos personajes que, como ángeles, al igual que San Rafael, con la espada de la salud y la verdad, caminan con rapidez y en sus caras muestran el trasnocho, la fatiga y la incredulidad de lo que se vive, son los guardianes de la vida. Los únicos que pueden vencer al invisible.
El presidente y sus asesores hacen grandes esfuerzos para dirigir al país, mejorar las condiciones de vida en salud y economía, sus días y noches sin descanso, hablan de su preocupación y de la urgencia de llevar a los ciudadanos por caminos de protección y de vida.
Las ciudades están solitarias, pocos se atreven a salir, nunca nadie imaginó que aquellos que pregonaban ser dueños de la vida y desafiaban a autoridades, blandiendo sus revólveres y cuchillos para aniquilar a sus semejantes, tuvieran miedo de morir y encerrados entre cuatro paredes padecieran claustrofobia, al pensar de que de nada les servían su séquito de espías y guardianes y mucho menos sus armas, porque un enemigo audaz y traicionero vino, en silencio, a recuperar al mundo de la maldad y a la naturaleza a librarla del yugo del que dice ser su rey y es su depredador.
Se paralizaron las universidades, los colegios, las fábricas, el comercio, las fiestas y la vida en comunidad. ¡Parece mentira! No se pueden acercar y menos abrazarse. Nunca imaginó el hombre, ni sus mandatarios, que tendrían súbditos obedientes, a los que sólo se les mencionaba la palabra muerte y corrían a guardarse temblando de miedo, no tenían modo de defenderse.
En las cárceles, en donde apeñuscados habitan cantidad de individuos que han delinquido, encerrados para purgar sus penas, en medio de la ignominia, el desprecio, el descuido e indiferencia, el enemigo se acerca con facilidad y el contagio camina sin obstáculos. Quieren huir y el caos ocasiona muchos muertos. Ahora se ha visto el desinterés por construir centros de reclusión, en donde los presos estén en condiciones de dignidad, con oportunidades de aprender y superarse.
Los habitantes de la calle, vestidos de pingajos, con sus rostros y cuerpos enmugrecidos, se pasean indiferentes por las calles. Las autoridades y personas generosas los llevan a casas para ayudarlos. Se bañan, cambian de ropa y les proporcionan tapabocas, que muchos no quieren usar. Las drogas, el vicio y la indiferencia los tienen aniquilados.
En los albergues del adulto mayor, el enemigo se pasea triunfante, allí encuentra ancianos enfermos; desnutridos física, mental y emocionalmente, con pocas defensas y se queda a su gusto, llevándose a muchos para el cielo, negándoles la oportunidad de seguir con vida. Muchos fenecen sin que los demás se enteren.
Los trabajadores que día a día se ganan el pan, no pueden salir a trabajar, el hambre los acosa y la sombra los persigue.
Los restaurantes, clubes y discotecas en donde se compartía y disfrutaba con la familia y los amigos, no pueden abrir y la escasez y la falta de dinero se hacen sentir.
Las empresas hacen esfuerzo por sostenerse y pagar a sus empleados, sin poder abrir sus puertas y menos producir. A muchos la quiebra de sus negocios los acosa.
Los días y los meses pasan, los gobernantes preocupados y los empresarios y trabajadores confundidos, porque sin economía no hay dinero y sin este no hay comida, ni medicamentos, ni transporte. Se organizan los alcaldes y demás autoridades para llamar a la solidaridad, se recogen dinero y alimentos no perecederos, para ayudar a los que están padeciendo de hambre. Se ven caras sonrientes, haciendo filas junto a los carros cargados de alimentos y con ansiedad, levantan sus manos para recibir la ayuda. El hambre no da espera.
Las mayorías han respetado las normas impuestas para evitar el contagio, sólo puede salir una persona de cada casa, a mercar y hacer las diligencias de medicamentos y de bancos, siempre y cuando su documento de identidad termine en el número indicado y aprobado por las autoridades. Deben tener su nariz y boca cubiertas y conservar distancias entre uno y otro.
Los mayores de setenta años, cuyas vidas han transcurrido en gran parte entre el estudio y el trabajo y muchos de ellos jubilados, y que todavía son productivos en la intelectualidad y en los negocios, no pueden asomar sus caras fuera de las puertas de sus casas. Sus rodillas y sus articulaciones los están llamando a caminar, a respirar el aire de los jardines, pero la norma dice que no, porque sus vidas, más que ningunas otras, están en peligro. El enemigo se aprovecha de sus dolencias y llega cauteloso, se les arrima y, sin mayor esfuerzo, se los lleva a la eternidad. Muchos están furiosos y reniegan porque les están condicionando el disfrute, del poco o mucho tiempo que les espera de vida, y otros agradecen a sus familias y al gobierno por sus cuidados y aprovechan para leer, escribir, arreglar sus asuntos, revisar cuentas y disfrutar del amor y compañía de sus hijos.
Los esposos que no se veían casi, por el mucho trabajo, ahora se tienen que mirar y compartir los minutos y las horas. Se ven en la necesidad de resolver sus asuntos y vivir la realidad de ser pareja. Los niños, cuyos padres trabajan y en gran mayoría eran sólo proveedores y dadores de una caricia o un beso mientras dormían, están disfrutando de su compañía. En estos momentos, los esposos se dan cuenta de la alegría que proporcionan los hijos y lo duro y difícil de la crianza, muchos no conocían a sus angelitos, ni sabían de sus travesuras.
La cuarentena, como se ha denominado, dio un giro a la vida de los seres humanos. A muchos los ha despertado de su vida de comodidad y confort, les ha mostrado la otra cara de la existencia. Hay que respetar, ayudar y compartir y se dan cuenta de que los besos y los abrazos hacen falta. Otros tantos han visto la necesidad de tener una alcancía, un empleo con todas sus prestaciones sociales y dejar la disculpa de que no pueden emplearse, porque pierden la ayuda del gobierno. En estos momentos, pasan muchas dificultades porque no pueden conseguirse el diario para comer.
Muchos estudiosos y profesionales preparados en universidades, y otros tantos profesionales en sus oficios, estaban buscando trabajo y los cogió el incógnito sin dinero y están pasando las verdes y las maduras.
Se está consolidando en las redes de las alcaldías cuántos trabajadores tienen las empresas, con nombres y direcciones, para permitir abrir empresas con los cuidados que urge la situación. Ojalá que estos datos sirvan en poco tiempo para la búsqueda en la creación de empleo, de tantos que desean trabajar y no lo han podido conseguir.
Ante estas circunstancias, se están abriendo algunas fábricas y construcciones, se ven los trabajadores con sus tapabocas y guantes, huyendo del vecino y felices de volver a trabajar, ¡quien lo creyera! Así poco a poco, se reactivará la economía, buscando el equilibrio y las bondades de la vida en actividad. A los médicos y epidemiólogos e investigadores de la salud buscando la vacuna y el medicamento preciso para combatir al enemigo. Los galenos, enfermeras y todo el personal en clínicas y hospitales han sido los protagonistas del bien y del saber, los custodios de la humanidad. Ahora, la sociedad hace reconocimiento a su labor, ellos ayudan al niño a llegar al mundo, ese que más tarde será un hombre, durante la vida sanará sus dolencias y cuando la parca llegue, de su mano y con amor cerrará sus ojos para el viaje a la eternidad.
La mayoría rechaza la indignidad de algunos y alza su voz para bendecirlos, agradecerles y pedir que su trabajo sea de alto reconocimiento, por el valor que conlleva su labor y su remuneración corresponda a sus estudios, conocimientos, esfuerzos y dedicación.
La vida que se está viviendo es algo impensable, descubre todas las indolencias y corrupción de los gobernantes, a través de la historia. El mal manejo de los recursos obtenidos con los impuestos, que debería ser para bien de la comunidad, en el despilfarro y la burocracia. En los que ejercen la política, que no buscan el bien de las comunidades, sino las luchas de clases y de poder. Clínicas con toda su dotación abandonadas, en el descuido. La indolencia del humano, en todos los ámbitos de la vida. La familia sin bases de continuidad en el amor, fidelidad y el respeto necesario para levantar a los hijos. El descuido en la formación de valores de los niños y de la juventud, seres formados en el egoísmo, sin modales, padres ausentes. Estudiantes sin compromiso. La drogadicción, la inmoralidad. La falta de responsabilidad de los trabajadores. Los empleadores que no pagan lo justo ni oportunamente y abusan de la necesidad del otro. La no creencia en un Dios que dirige y gobierna los destinos, la falta de liderazgo y de transparencia en muchos gobernantes, padres de familia, religiosos, empleadores, empleados y líderes en general.
La carencia del respeto por la vida, se mata al ser humano, antes de poder mirar a su madre y disfrutar de la existencia. Se ha investigado para tener sexo sin interrumpir la vida y hay excelentes métodos, desde la cirugía, tanto para el hombre como para la mujer y muchos otros, pero se ciega la vida, del que quiere ver la luz del día.
El ser humano se ha degradado y sólo ambiciona el poder, el dinero y el sexo.
A la naturaleza no la siente como su compañera maravillosa de viaje, que le regala los frutos que produce y ella también necesita de sus manos para que la acaricie y la siembre. Por el contrario, la maltrata, la quema, la atiborra de basura y la destruye y al agua, que es vida, la despilfarra, la contamina y la desvía de su cauce. A los animales, que contentos alegran sus vidas, los maltratan, les niegan el alimento y les arrebatan sus espacios.
Ojalá que este episodio amargo que estamos viviendo sea para mejorar a multitud de seres buenos que habitan la tierra, han caminado con ella con respeto, honradez, transparencia y la han acompañado, evitando su destrucción. Han sido los guardianes del amor y del cuidado del humano y de la naturaleza.
A los muchos que tienen sus rumbos equivocados, les sirva para mejorar la calidad de vida propia, mediante el respeto así mismo, a los demás y a la naturaleza. Que cada uno se convierta en líder eficaz, en donde su actividad y pensamiento sean dirigidos al bien común y no sólo en su beneficio.
Lo único que vale es la vida, es el don más grande y el regalo de Dios y de nuestros padres; amémosla y seamos dignos de ella, para que el mundo florezca con la paz, la alegría y el amor.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia