Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Hernando Restrepo Díaz
Médico asmedista
I- El encierro
“Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar”.
Así es como Porfirio Barba Jacob, en su Canción de la Vida Profunda, nos invita a aterrizar, a aceptar nuestra realidad universal; también el Sumo Pontífice, hace unos días, con aspecto de mucha preocupación, trataba de concientizarnos: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar”. El encierro que hoy vivimos es una realidad latente e imprevista para la que no estábamos preparados, pero a la que necesariamente tenemos que adaptarnos. Sin embargo, hemos cultivado siempre un tipo de encierro o aislamiento, consistente en el encerrarnos en nosotros mismos, como lo afirma Hernán Sabio: “No hay peor encierro que el que armamos nosotros mismos”.
Puede decirse que el encierro es una nueva vida y que la cuarentena es un desafío, que pone a prueba nuestros mecanismos de defensa, nuestra capacidad de reacción; lastimosamente, es frecuente que reaccionemos negando nuestra condición de seres superiores o racionales, y preferimos actuar cual fieras enjauladas, cual toros o perros bravos y lo hacemos mostrando serias alteraciones de conducta. ¡Es sabido que el encierro enferma! y que la soledad no es buena para la salud mental, ya que tiene asociadas patologías como la depresión, el estrés, la ansiedad y la falta de autoestima.
En referencia al ocio y al tiempo libre, presentes en esta contingencia, se habla del ocio activo: es el tiempo libre que un individuo o individuos dedican a realizar actividades que enriquecen a su persona (teatro, lectura), y del ocio pasivo: el tiempo libre que un individuo le dedica a realizar actividades que no producen ningún tipo de enriquecimiento personal. Cuando utilizamos el tiempo libre de forma creativa, desarrollando capacidades, favoreciendo el equilibrio personal y enriqueciendo nuestra experiencia, estamos llenando de contenido nuestra vida y dando al ocio una dimensión de enriquecimiento personal. Por tanto, el ocio vendría a ser algo así como el tiempo libre que utilizamos para hacer lo que nos gusta y para el crecimiento y desarrollo personal.
Abundan los ejemplos de cómo aprovechar el encierro: lo demuestran personajes célebres como Isaac Newton y William Shakespeare quienes, durante la gran plaga de Londres, la Peste Bubónica, en 1665, crearon sus obras maestras, La Ley de Gravitación Universal, el primero, y Macbeth y El Rey Lear, el segundo. También nuestro Nobel García Márquez se encerró en su casa, en Ciudad de México, durante 18 meses para escribir y llenarse de gloria con su obra Cien Años de Soledad.
Es claro, no podían faltar quienes aprovechan circunstancias como la actual para obtener mayores ganancias de las que logran normalmente; así es como acaparan alimentos de primera necesidad, elementos y productos de higiene personal, de aseo y de prevención (desinfectantes, guantes, mascarillas, equipos de protección para el personal de salud, medicamentos recomendados, etc.), para luego venderlos a precios exorbitantes, pese a los “estrictos controles del gobierno”; así mismo, quienes manejan contratos para diversas necesidades (algunos son parte de las mismas administraciones a nivel nacional o territorial) estafan con ellos, los acomodan a su amaño. Cierto es que se levantan procesos con sanciones ejemplares, pero de esos muchos naufragan dentro de la tramitología y “se olvidan”.
Pero, ciertamente, hay personas con más recursos psíquicos que otras para soportar o transitar lo que significa un encierro. Se describe, por ejemplo: La fiebre de cabina, consistente en la irritabilidad y ansiedad que genera el estar confinado por varios días, y que está en relación directa con el tiempo que dura el encierro. Y se insiste en el llamado «Síndrome del ama de casa», una serie de trastornos físicos y psíquicos que comprenden desde la migraña o la inapetencia sexual hasta la depresión, los trastornos obsesivo compulsivos y el alcoholismo.
Y así, mientras muchas familias les sacan partido a estas reuniones familiares forzosas y arreglan sus conflictos de convivencia, o afianzan la armonía ya existente entre ellas, a su vez, en muchas otras afloran o se evidencian con mayor intensidad los conflictos de pareja, lastimosamente con agresiones de palabra y de obra, mayormente de ellos hacia ellas, pero también a veces se voltea la moneda; es por ello por lo que se incrementan los divorcios durante la cuarentena. Se acentúan el irrespeto y los malos tratos hacia padres y abuelos, aunque a veces quienes sufren esto son los hijos o los nietos; muchas veces ello es lo que lleva a que se incrementen también los suicidios, en situaciones como la actual. Con base en la tecnología imperante, se hace más intenso aun el “amor de lejos”, o “el amor de pendejos”, como lo tildaba mi abuela (observando ella, en esas épocas, los amoríos que hacíamos por carta o por telegrama). Y en referencia a las muchas infidelidades que hoy se presentan, cierto, deben mermar, pero solo en lo físico, porque mentalmente se pueden cultivan aún más.
No obstante, hay quienes no ven esta situación como algo nuevo, sino cotidiano para ellos: Me refiero a los MILLENNIALS y a buena parte de los CENTENNIALS, respectivamente conocidos como las generaciones Y y Z, así como además hablo de muchos de nosotros los adultos ya viejos, los llamados despectivamente por los anteriores como BABY BOOMERS. El asunto es que ellos, en especial los Millennials, viven inmersos en la tecnología, encerrados en su propio mundo, aislados del mundo exterior, de sus familias y, lo peor, de sí mismos; no gustan de estar en sus casas ni mucho menos estar compartiendo son sus familias; con su actuar nos están dejando un mensaje claro: “NO MOLESTAR!!”. Son personas (infelices, aun teniéndolo todo), inseguras, agresivas, inmaduras y, puesto que los más jóvenes, los Millennials, configuran el futuro del mundo, su conducta es por lo demás muy preocupante. Claro está, aceptando y celebrando el que aun existan muchas excepciones a lo que escribo; no podemos generalizar.
A este respecto, leía hace unos meses un artículo del periódico EL TIEMPO. Su autor conceptuaba allí cómo hoy vemos que, aun teniendo ya un título Universitario, no quieren asumir los adultos jóvenes su condición de tales, quieren seguir siendo adolescentes sin importarles su edad, no se sienten capaces de actuar como adultos y por ello esquivan tales responsabilidades. Su intención es clara: no salir del “hotel mama”, demuestran manifiesto miedo a dejar sus hogares y se aferran entonces a continuar cómodamente una vida plena de derechos, ¡pero exenta de deberes! –
II. La incertidumbre
Dice Spinoza que las dos emociones básicas de los seres humanos son el miedo y la esperanza. La incertidumbre es la vivencia de las posibilidades que surgen de las múltiples relaciones que pueden existir entre ambas; una situación de aislamiento, puede provocar sensaciones desagradables en relación a la incertidumbre. Esta, la Incertidumbre, es inseguridad, inquietud, desasosiego, duda, indecisión, vacilación, recelo, sospecha. Vivimos en el mar del cambio y la incertidumbre, pero eso no tiene por qué ser malo. En su libro La ley del quizás, la consultora de negocios Allison Carmen toma como punto de partida una célebre fábula oriental que le contó su profesor de chi kung, una terapia medicinal de origen chino que se basa en el control de la relajación, para explicar su teoría sobre lo incierto. La historia se resume así:
Un día, el caballo de un campesino se escapó. Su vecino le dijo: “¡Qué mala suerte has tenido!”. El granjero le respondió: “Quizás”. Al día siguiente, el animal regresó acompañado de cinco yeguas. El hombre volvió y le felicitó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El dueño replicó: “Quizás”. Poco después, el hijo del campesino, que solía montar a caballo, se cayó y se rompió una pierna. El amigo le comentó: “¡Qué mala suerte has tenido!”. Este contestó: “Quizás”. Al día siguiente llegaron unos oficiales del Ejército para reclutar al muchacho y luchar en la guerra, pero no pudieron llevárselo porque tenía la pierna rota. Entonces el vecino exclamó: “¡Qué buena suerte has tenido!”. El padre repitió: “Quizás”.
El mensaje de este tradicional relato es claro: no se puede saber el alcance de lo que sucede a nuestro alrededor en todo momento. Las cosas acostumbran a pasar por algo, aunque muchas veces no logramos conocer el porqué. Afirma Frederick Beigbeder: “Cuando estamos enamorados, esperamos que suene el teléfono. Cuando estamos enfermos, esperamos la curación. Cuando estamos muy enfermos, esperamos la muerte. Vivir es esperar a que nos ocurra algo”. En la literatura se habla de la espera infinita, que nunca nos aburre.
III. Frases sobre el encierro
“Cuando conoces la libertad ya no toleras el encierro”. Se dice que es de un marino en su primer viaje.
“La vida siempre está manifestándose, pero se manifiesta mejor si la recibimos sin resistencia”. Isabel Allende.
“Mientras puedas mirar al cielo sin temor, sabrás que eres puro por dentro, y que, pase lo que pase, volverás a ser feliz”. Ana Frank
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. Miguel de Cervantes.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia