Esta semana, el gobierno embarcará al país en lo que podríamos llamar el tercer momento de la pandemia. ¿Estamos preparados?
Tomado de: www.razonpublica.com
Por: Pablo Andrés Martínez
Médico cirujano, especialista en Economía
Magíster en Antropología Social
Candidato a doctor en Salud Pública
Asesor técnico de Sinergias –Alianzas estratégicas para la salud y el desarrollo social–
(Artículo publicado originalmente el 11 de mayo de 2020)
Hacia la nueva normalidad
Tras una fase de aislamiento domiciliario —la “cuarentena”— y otra fase de “aislamiento inteligente” —con reactivación de algunos sectores críticos—, el Gobierno nacional ha decidido dar comienzo a una tercera fase en el manejo de la pandemia: es la fase que se viene llamando de “apertura inteligente”.
Si hasta ahora se hablaba de “prevención” y de “preparación” para enfrentar la pandemia, el nuevo mantra bien podría ser el de la (nueva) “normalidad”.
Cambios en la conversación sobre la salud
En las semanas anteriores a la llegada de la COVID-19, la opinión pública se dividía entre el alarmismo y el escepticismo.
A medida que llegaron noticias del extranjero, se acudió a los epidemiólogos y comenzaron a ventilarse las opciones del cierre de aeropuertos y fronteras terrestres, aumento de unidades de cuidado intensivo y abastecimiento de equipos de protección individual.
La forma de recoger los datos determina los resultados.
Con el paso de los días –y el aumento de los casos de contagios reportados— las medidas de salud se fueron concentrando en cuatro grandes ejes de respuesta:
-la autorregulación ciudadana;
-el aislamiento de casos sospechosos;
-el aislamiento domiciliario, y
-el monitoreo a cadenas de contagio con epidemiología de campo.
Las pruebas de detección despertaron tantas expectativas, que el ritual de esperar las cifras se volvió común para muchos colombianos.
Paso al discurso técnico
Durante este período, el presidente cambió al ministro de Salud y Protección Social, transición que reflejó las dudas sobre las decisiones a tomar. Pero la llegada de un salubrista reconocido calmó los ánimos y dio al gobierno un discurso o una narrativa técnica: la ‘preparación´, la ‘contención´ y la ‘mitigación´.
En este contexto se tomaron las primeras decisiones sectoriales, cuyo fin fue reforzar el Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS), apropiar algunos recursos para infraestructura y tecnología especializada, y resolver parte de los problemas de dotación del talento humano.
Los modelos matemáticos reforzaron esta narrativa, y en horario prime time oímos hablar de aplanar la curva, de niveles de virulencia, del número reproductivo básico (R0), de tasas de letalidad y mortalidad, etc.
Pero la consolidación de este discurso técnico sumió en la apatía a una parte importante de la ciudadanía. Peor todavía: este discurso distrajo la atención de mensajes claves, que siguen siendo necesarios.
El discurso técnico recibió un duro golpe ante las cada vez más graves denuncias sobre la falta de preparación en las regiones: hospitales en graves crisis financieras, personal de salud sin pago, falta de equipos básicos de protección personal y la carencia de tecnología para tomar y procesar muestras en la mayor parte del país, entre otras.
Todo esto ocurrió en el marco del aislamiento domiciliario o cuarentena.
Apertura no evaluada
Durante los primeros días, el aislamiento contó con una aceptación importante en las principales ciudades colombianas.
Pero las desigualdades e inequidades acumuladas se hicieron dolorosamente evidentes. En las regiones —donde se acentúan más estas diferencias—, se sintió la falta de orientaciones claras para mandatarios y funcionarios, que hizo imposible cumplir las medidas de protección en una parte importante del país.
Estos últimos dicen mucho a los técnicos, pero muy poco a los ciudadanos
En este contexto surgieron dos alternativas:
-Hacer uso extensivo e intensivo de mecanismos de transferencia monetaria mediante el uso de las plataformas y las experiencias de los programas de superación de la pobreza. Pronto fue obvio que no sería suficiente; se requerían alternativas.
-Permitir la apertura programada de ciertos sectores económicos; la presión de distintos actores logró que esta opción se impusiera con bastante rapidez.
Para los defensores de esta última posibilidad, había una falsa dicotomía entre salud y economía. Pero estos defensores nunca aclararon qué entendían por salud o por economía:
-¿la salud es el derecho definido en la Ley Estatutaria, o es el acceso efectivo a los servicios?,
-¿la economía es la acumulación de riqueza, o es el cuidado del hogar?,
-¿es posible una vía media?
La falta de esta discusión pública desperdició la posibilidad de plantear alternativas postpandemia, como otros países ya lo vienen haciendo.
Y así nos inclinamos por la narrativa de apertura de sectores productivos, quienes deberán brindar una protección mínima siguiendo unos protocolos de difícil verificación y seguimiento, cuya responsabilidad delegarán en parte a una ciudadanía altamente vulnerable por la inequidad, con muy poca información concreta y contextualizada, apática al lenguaje técnico y expuesta a diversas teorías de conspiración y fake news.
La apertura inteligente
Haciendo gala de su discurso técnico, el Gobierno propuso una “apertura inteligente” a partir del próximo 11 de mayo. Esta se basa en tres supuestos:
-Las cifras. En la lectura del Gobierno, las cifras dan sustento técnico a la decisión. Si bien existió confusión en algún momento —pues el ministro de salud señaló que se había logrado aplanar la curva—, rápidamente algunos técnicos salieron a aclarar que realmente esta se había desplazado. Este hecho no menor hizo mella en la confianza sobre el manejo de las cifras, suscitó suspicacias y llevó a un clima de malestar en la ciudadanía.
-Los preparativos. Para el Gobierno, la avalancha de instrumentos normativos producidos durante la pandemia es evidencia de preparación. Sin embargo, muchos de estos decretos se limitan a reforzar la arquitectura institucional —que presenta grietas evidentes— y a crear un clima propicio para ciertos sectores de la economía que continuamente se han visto beneficiados por las normas. La ausencia de un gasto más arriesgado —como el de otros países en momentos de pandemia— trae dudas a muchos de los economistas más reconocidos del país.
-El monitoreo de indicadores. El Gobierno ha presentado una batería de indicadores para hacer seguimiento a la pandemia.
De los nueve indicadores propuestos, siete siguen la narrativa técnica, lo cual los hace dependientes de la solidez de los sistemas de información de monitoreo epidemiológico territorial; dos de ellos se concentran en la dimensión social: la movilidad en transporte masivo y las transacciones físicas en bancos y comercios formalizados.
A fin de cuentas, se nota la confianza en la información del Sistema General de Seguridad Social en Salud y en sus capacidades territoriales, y, curiosamente, no se monitorean los sectores en apertura.
El riesgo para los municipios que van a reabrirse
Uno de los grandes retos actuales es la lectura de las cifras. Como han señalado distintos expertos, los modelos buscan reducir la incertidumbre, pero no eliminarla.
La forma de recoger los datos determina los resultados, y la interpretación de los patrones hallados modifica las conclusiones.
Este ejercicio de una alta capacidad técnica se quiere delegar a cerca de 900 municipios de Colombia, que a la fecha no cuentan con casos registrados y cuyos recursos son bastante limitados por las formas de ordenamiento territorial. Con contadas excepciones, vienen presentado debilidades en los sistemas de información en salud.
En relación con los preparativos, todos los días se reporta la ausencia de insumos básicos, pruebas de detección rápida y laboratorios para el procesamiento, como se ha visto en el caso de Leticia, Amazonas.
Aún más, se han perdido mensajes claves para la autorregulación; la veeduría de los espacios públicos y los sectores productivos en apertura, y el manejo básico de las alertas o indicadores de monitoreo. Estos últimos dicen mucho a los técnicos, pero muy poco a los ciudadanos, que cumplen un papel muy importante en el manejo de la pandemia.
Finalmente, quedan las preguntas por las capacidades que la arquitectura institucional, reforzadas por los muchos decretos oficiales, tenga para resolver los dilemas hasta aquí planteados.
La inequidad y desigualdad existentes son prueba de que, desde hace tiempo, las instituciones no han respondido apropiadamente a los ciudadanos. ¿Por qué habrían de hacerlo ahora?
* Médico cirujano, especialista en Economía, magíster en Antropología Social, candidato a doctor en Salud Pública, y asesor técnico de Sinergias –Alianzas estratégicas para la salud y el desarrollo social–