Los médicos y demás trabajadores de la salud, en su encrucijada

Tomado de: www.revistametro.co

Por: Orlando Díaz Atehortúa
Abogado especializado en Derecho Penal y magister en Derecho Procesal
Magistrado de la Sala Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura de Cartagena

“Los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud son unos héroes”. Es el coro que más se escuchó con la muerte de dos mártires este trágico 11 de abril del 2020. Los doctores Carlos Nieto, con apenas 33 años de edad, con hijitos menores de edad, padre ejemplar, buen hijo, su progenitor pensaba que iba a ser piloto de aviones, ya que en la familia existía una amplia tradición en ese sentido. Y el otro galeno: William Gutiérrez, 59 años de edad, ciudadano ejemplar, anestesiólogo, director de una unidad de cuidados intensivos en Bogotá y profesor universitario.

Es evidente que eran personas normales, como la mayoría de los servidores de la salud. Como bien lo señaló el doctor Juan Daniel Barreto Arboleda (El Espectador-Abril 13 2020) solo tenían el deseo de servir a la humanidad, sin descuidar a sus seres queridos. Veamos lo que los relacionaba: “Lo hicimos, porque con convicción y vocación, quisimos dedicar nuestros esfuerzos para ayudar a los demás, y con nuestro conocimiento y habilidades hacer cuanto pudiéramos para mitigar el dolor ajeno, teniendo en el proceso una vida digna, que nos permitiera aportar a nuestras familias. dos conceptos que no son mutuamente excluyentes. soy médico para servir y también para alimentar a mi familia”. Nos recuerda el profesional, doctor Barreto, precisamente el juramento Hipocrático: “Cuidar mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar atención médica del más alto nivel”.

El mundo, en general, y Colombia, no son la excepción. La pandemia nos cogió mal parados. Sin embargo, no es justo que a los médicos se les haya incrementado en un 100% la carga física y mental que cualquier persona del corriente puede soportar. A muchos trabajadores de la salud, incluso, se les debe más de seis meses de salarios y, en ocasiones, les corresponde trabajar bajo contratos de prestación de servicios y en condiciones infrahumanas. Algunas empresas prestadoras de salud y otras entidades similares no les suministran a los médicos que trabajan bajo sus órdenes ni los más mínimos elementos de seguridad personal para el cuidado de su vida y, obviamente, de sus pacientes; tampoco se les otorga transporte para que se dirijan a sus lugares de trabajo.

Siendo evidente que los galenos hayan tenido que comprar, de su propio pecunio, los artículos básicos de protección o acudir a pedidos de colaboración a personas de buen corazón para que los auxilien en ese sentido, causa de verdad gran tristeza lo dicho.

Para citar un caso de las condiciones tan precarias en las que nuestros profesionales del área de la salud deben laborar, se encuentra el Hospital San Rafael de Leticia, en donde alrededor de 30 empleados, entre médicos generales y especialistas, renunciaron a sus cargos por no tener garantías laborales ni tampoco elementos de seguridad para cumplir sus labores. Agregan que, en ocasiones, un solo médico cubre las labores y funciones que por norma deberían realizar cuatro galenos.

Nuestra constitución le traza unos deberes al Estado y a los ciudadanos, entre ellos el de solidaridad, plasmado, entre otros fallos, en la Sentencia C-459 DE 2004, de la Corte Constitucional: “El deber de solidaridad, en cabeza del Estado Social de Derecho, es inherente a su existencia y cualificación, en la esfera de cumplimiento de sus fines esenciales, al paso que en cabeza de los particulares, el deber de solidaridad es exigible en los términos de ley”.

Considero que en casi todos los países del mundo existe similar directriz. Sin embargo, leyendo periódicos y noticias internacionales, me entero que esa solidaridad y fraternidad, que debe de existir entre los seres humanos, es desconocida o simplemente ignorada en muchas partes del mundo. Para citar algunos ejemplos tomemos en cuenta el caso de una médica en Barcelona: se le pintó su carro con unas palabras desobligantes (“rata infecciosa“), y, además, le pincharon las llantas del vehículo. En Francia, los vecinos de un condominio de apartamentos le escribieron una nota a otra médica: “Si se confirma un caso en el edificio, usted será la responsable”. En el barrio Robledo, de Medellín, Colombia, se encontró el siguiente letrero: “Señores médicos y enfermeras, por favor no usen el ascensor, que nos ponen en riesgo, firman: los vecinos”.

Lo anterior, de verdad, causa una colosal pena ajena, una ira infinita, quedando desolados ante estas expresiones tan humillantes para los trabajadores al servicio de la salud. Estos desaguisados provienen de personajes funestos que no tienen ninguna excusa más que alegar sus propios miedos o tragedias para anteponer estas horribles frases. Siguiendo al insigne escritor Miguel de Cervantes, en la obra mayor de la literatura hispánica: “´’El Quijote de la Mancha, solo resta gritarles “hijos de puta”. Lo anterior se debe recalcar, igualmente, siguiendo a Albert Camus: “La estupidez insiste siempre”. “Primero se acaba la mazamorra que los cerdos“, citando a nuestros sabios abuelos antioqueños.

En entrevista del 12 de Abril del 2020 que se le realizó al gran filósofo Byung Chul Han (ensayista Surcoreano- 61 años de edad, profesor en Universidad de artes de Berlín) nos recuerda su libro ‘La sociedad del cansancio’, que trata el tema de la pandemia; refrescando un contrapunte académico que tiene con otro pensador moderno, Zizek (esloveno, 61 años de edad, director de Humanidades de la Universidad de Londres). Este último afirma que el virus le ha asestado un golpe mortal al capitalismo, creyendo incluso que la pandemia podría además hacer caer hasta el régimen chino y que, con este problema global de salud, se formará una nueva sociedad que será más solidaria, más cooperativa.

Desafortunadamente, este pensamiento de S. Zizec no deja de ser solamente una tontería, un raciocinio absurdo, ya que la historia ha demostrado todo lo contrario. Luego de la peste en España (1918) no surgimos de ella fortalecidos en humanismo, sino que paralelamente se estaba gestando el holocausto nazi y la segunda guerra mundial. Hemos sido partidarios, siguiendo al filósofo surcoreano, de que el neoliberalismo continúe avanzando con más ímpetu; las selvas seguirán siendo arrasadas; los turistas irracionales pisotearan más, en forma inmisericorde, a la pacha-mama; China seguirá siendo potencia mundial, que exportará sus ideas sobre un régimen totalitario tecnológico, con recorte de los derechos fundamentales de las personas, conquistados a través de siglos de luchas. Los estados de excepción, si flaquean las Cortes Constitucionales, se convertirían en las reglas generales.

Observemos que, precisamente, con estas normas, fue que se plasmó el reciente Artículo noveno del Decreto Legislativo 538 (Abril 12 de 2020), donde se señala que: “durante el término de la emergencia sanitaria, declarada por el Ministerio de Salud y Protección Social, con ocasión de la pandemia derivada del coronavirus todo el talento humano en salud, en ejercicio o formación, estará preparado y disponible y podrá ser llamado a prestar sus servicios para reforzar y apoyar a los prestadores de servicios de salud del país, el acatamiento a este llamado será obligatorio”. Nada de críticas entonces, nada de protestas justas contra un gobierno indolente, que no se denuncie, que los protocolos de atención a pacientes están siendo mal elaborados. Una nota periodística de Noticias Uno informa que el 93% de los médicos que enfrentan este virus no tiene trajes especiales de protección; el 89% no posee el escudo facial; un 88% carece de tapabocas, según datos suministrados por 939 médicos, pertenecientes a la Federación Médica Colombiana.

Con razón el galeno Sergio Isaza, presidente de la Federación, afirma que el Gobierno se ha burlado de los médicos que solicitaban una reglamentación del artículo nueve, ya antes citado, y también aduce que les enviaron un mamotreto, sin ninguna modificación. Remata el directivo: “a nosotros no nos obliga un decreto, sino el juramento que hicimos cuando nos graduamos”, advirtiendo que los recursos que está girando el Gobierno alcanzan solo para pagar deudas viejas.

Los casos que se han denunciado, como el del personal de salud de la ESE Hospital San Vicente de Paúl de Barbosa, Antioquia, dejan mucho que desear. Los empleados señalan que se les debe cuatro meses de salarios. O los de Tadó -Chocó, quienes afirman que desde al año 2013 les adeudan salarios y demás prestaciones salariales; deuda que asciende a la suma de $5.000 millones (y la EPS Comfachocó no les da ninguna respuesta). Y así sucesivamente.

Causa profunda indignación, para poner un solo ejemplo, cómo desde Finagro, entidad del orden nacional, dirigida por el señor Dairo Estrada, (según el periódico ‘El Expediente’, atendiendo una investigación de la Contraloría General de la Nación, de la cual ya tiene conocimiento la Procuraduría y la Fiscalía), se han aprovechado de una línea especial de financiación, aprobada el 27 de marzo del 2020 por la Comisión Nacional de Crédito, para ‘Colombia Agro produce’, bajo el marco de la emergencia sanitaria. Según el informe de la Contraloría, de $226 mil millones, que se debían destinar para créditos blandos, dirigidos a los campesinos, el 94% fue dirigido para grandes empresarios, dígase Mac Pollo S.A, Ingenios del Cauca y Providencia SAS, etc., el 4% para los medianos productores y solo un 2% para los verdaderos trabajadores humildes del campo. Todo lo anterior se hizo con la intermediación de bancos, como: Colpatria, Bancolombia, Davivienda, Banco de Bogotá e Itaú, que se ganan el 6% por cada operación.

Para terminar: no podemos de día seguir llamando héroes a los médicos, por estar cumpliendo su deber vocacional, pero de noche denigrar de su dignidad atacándolos en su ser más íntimo y personal. Ellos son seres de carne y hueso, con sus propias necesidades, que tienen familias que atender. Antes, por el contrario, es nuestra obligación moral apoyarlos, orar por ellos, cubrirlos de todo nuestro aprecio y cariño, entender que se la están jugando en estos momentos el todo por el todo atendiendo a los enfermos de esta gran pandemia.

El doctor Barreto Arboleda termina su nota del 20 de Abril, en ‘El Espectador’, siguiendo a Stanley Kubrick, de la película ‘Senderos de Gloria’ (1957): “dejareis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora sois carne de cañón, por eso os llaman héroes”.

Tomado de: www.revistametro.co

 

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