Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Roberto López Campo
Neumólogo
Ex integrante Taller de Escritores ASMEDAS Antioquia
Tenía muchas dudas y recelos acerca de volver a repetir el recorrido, de casi setecientos kilómetros, que separan a Medellín de la arenosa Barranquilla. Los secuestros, los asaltos y atropellos, en general de la guerrilla, habían hecho inseguro y peligroso el recorrido por aquella vía, que en otrora había transitado con mi familia y mis amigos.
Eso fue antes, cuando la paz reinaba por los caminos de la Patria y los grupos subversivos y los vándalos, no habían desatado su ola de violencia y exterminio.
Ahora recorro la carretera hacia la costa con algo de temor. De un lado, la montaña inmensa; del otro, el hondo precipicio. A lo lejos, las casas blancas de los campesinos que aún permanecen en sus parcelas. De trecho en trecho, durante el recorrido, ranchos humildes construidos con tablas, latas y cartones, reflejan fielmente la angustia de los desplazados por causa de la guerra, por las envestidas de los violentos.
Grupos de chiquillos, orientados por adultos, cubiertos con harapos, tienden cordones y muestran letreros suplicantes, para intentar detener los automóviles, rogando una limosna. Sonríen, como su fuesen seres muy felices a pesar de la angustia que los agobia.
Alguien les lanza unas monedas y otros les entregan unos panes. Los más, continúan su camino, indiferentes. El dolor no los hiere; no los conmueve, No es asunto suyo.
Pero los niños insisten y con sus rostros sucios y una tierna sonrisa extienden sus manitas, rogando una limosna que, en la mayoría de las veces, no les llegará.
¿Por qué darles una limosna? No es asunto nuestro y continuamos nuestro viaje. Solo intentamos disfrutar de un descanso, que aquellos seres nunca podrán alcanzar. El frío, el hambre y la zozobra los cobijan.
Mientras que se invierten grandes sumas de dinero en un viaje a un planeta lejano, en un reinado de belleza, en espectáculos públicos donde corren ríos de aguardiente, en numerosos y costosos tableros donde se anuncian los logros de los gobernantes, para alimentar su ego y estimular a los incautos para que continúen apoyándolos con sus votos, un buen número de niños no tiene acceso a las escuelas, no posee un techo bajo el cual guarecerse y padece de alto grado de desnutrición.
De eso nidos de chiquillos, que hoy extienden sus manos rogando unas monedas o un mendrugo de pan, desposeídos de la fortuna y olvidados por los gobernantes, tarde que temprano brotarán las semillas de los nuevos focos de violencia, de prostitución y prolongación de la guerra.
No es posible acabar la guerra con las armas. El problema es más de fondo.
Medellín, julio de 2015
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia