El ejercicio médico de hoy

Tomado de: www.eltiempo.com

Por: Fernando Sánchez Torres (foto)
Columnista de El Tiempo

Con el paso del tiempo, cómo cambian las costumbres. Cuando comencé a ejercer mi profesión –de ello hace sesenta años–, el médico aún ocupaba un lugar de privilegio en el ámbito social. El ejercicio era de verdad liberal, independiente, con sentido de pertenencia. Se fundamentaba en una interrelación comprometedora: ‘mi’ médico, ‘mi’ paciente.

Sin llegar a la condición de semidiós –como lo fue en tiempos remotos–, el médico era tratado con especial consideración, con sumo respeto. En aquellas calendas, con frecuencia había que acudir a la residencia del enfermo para atenderlo en consulta, lo que era un acontecimiento ceremonioso: a la llegada era recibido con venias; la habitación donde se hallaba el paciente se había ventilado, olía a limpio. Luego de realizado el ‘acto médico’ –que consistía en un minucioso examen clínico–, para lavarse las manos ponían a su disposición jabón y toalla para estrenar. Después se lo invitaba a pasar a la sala para escuchar su diagnóstico y sus recomendaciones. Si el facultativo no mostraba afán, se le ofrecía una taza de café, y se aprovechaba su presencia para consultarlo sobre asuntos ajenos a la medicina. Finalmente, se le cubrían sus honorarios y se lo despedía con amables frases de reconocimiento. Si el curso de la enfermedad lo requería, el médico repetía la visita.

Ese romántico ejercicio inducía a mirar al profesional como un ‘médico-amigo’, es decir, como alguien de confianza. El solo hecho de que hubiera ingresado al seno del hogar a instancias del enfermo o de un pariente cercano era ya señal de confianza mutua. A partir de entonces se lo tenía como ‘el médico de la familia’.

«En una encuesta reciente adelantada por el Colegio Médico Colombiano quedó al descubierto la lamentable situación laboral del recurso humano adscrito al sector de la salud.»

Cuando los servicios médicos comenzaron a prestarse institucionalmente dentro del modelo de medicina socializada, ese médico de confianza fue perdiendo vigencia al adquirir la condición de empleado. El paciente, a su vez, perdió su identidad humana y se trocó en una ficha o en un carné. Hoy, la consulta se adelanta contra reloj, diligenciando formularios, la vista puesta en el computador. Algunos médicos se han acostumbrado a considerar al paciente como ‘un cliente’, como alguien distante, con quien la relación es fugaz, carente de empatía. Muchas veces, la consulta termina sin haberlo mirado a los ojos, sin haberlo escuchado con atención. El examen clínico ha sido remplazado por la exploración instrumental, por los aparatos, que son los que hacen el diagnóstico y alejan aún más al médico del paciente. Pero lo que no conocen los clientes son las condiciones denigrantes en que presta sus servicios la mayoría de esos médicos.

En una encuesta reciente adelantada por el Colegio Médico Colombiano quedó al descubierto la lamentable situación laboral del recurso humano adscrito al sector de la salud. Casi todos trabajan sin mediar contrato, es decir que carecen de toda prestación (vacaciones, cesantías, primas, seguridad social, pago de horas extras, etc.). Además de ser malos los salarios, su cancelación suele hacerse de manera diferida, por razones organizacionales. Como si fuera poco, en algunas zonas del país la actividad médica apareja un alto riesgo para la vida de los profesionales.

Quienes participamos en la redacción de la ley estatutaria de la salud (Ley 1751 de 2015), y acompañamos el proceso de su aprobación, creíamos que el ejercicio de las profesiones de la salud iba a ser reivindicado, a tener un trato preferencial, o por lo menos considerado, pues así quedó consignado en el Artículo 18. Allí se dice que la dignidad de los profesionales y trabajadores de la salud estará amparada por condiciones laborales justas. Es natural que cuando ese trato equitativo está ausente se corre el riesgo de que el sistema de salud se resienta. Cuando los prestadores directos de los servicios –que son el eje del sistema– no laboran satisfechos, los usuarios van a sentir sus efectos y a declararse insatisfechos de la atención. No es inusual la queja por tal motivo. Siendo así, entre las muchas deficiencias de que aún adolece el sistema de salud, la solución de esta que comento, por sus repercusiones desfavorables, debe tener carácter prioritario en la agenda del nuevo ministro de Salud.

Tomado de: www.eltiempo.com

 

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