Por: Asmedista Alejandro Quintero Galeano (foto)
Médico Ginecoobstetra
“Ya es tiempo de que los médicos y los salubristas nos
preguntemos, reflexionemos, pensemos, en si por habernos
dedicado exclusivamente a la prevención de las enfermedades,
al tratamiento de ellas y a la rehabilitación de sus secuelas,
hemos olvidado la observación en conjunto de la vida humana,
de las comunidades humanas, de sus otros problemas tales
como la pobreza, la desocupación, la injustica, la violencia,
la inseguridad, la deficiente organización social”1
Héctor Abad Gómez
Hoy más que nunca en mi trabajo cotidiano como obstetra recuerdo muchas palabras y enseñanzas del “viejo” -apelativo que uso con el mayor respeto y cariño para referirme a aquella persona a quien nuestra generación admiró y de quien seguimos múltiples enseñanzas: el profesor Héctor Abad Gómez-; en la actualidad, solo quedan las sombras de su trabajo, esas que están guardadas en la memoria y en el corazón de quienes fuimos afortunados en compartir y luchar por nuestros ideales. Ahora que el mercado, el consumo y el individualismo han borrado su presencia, es profético el soneto de Borges encontrado en su bolsillo aquel fatídico 25 de agosto de 1987, día de su asesinato; el poema se llama Epitafio:
“Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán, y que es ahora todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el término. La caja, la obscena corrupción y la mortaja, los triunfos de la muerte y las endechas. No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre. Pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá que fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del cielo esta meditación es un consuelo”.2
He decidido escribir estas palabras porque considero necesario hacer una reflexión a lo que ha pasado y a lo que hacemos. Y, para ello, es necesario recordar mentes tan brillantes como las del profesor Abad, Leonardo Betancur, en la Facultad de Medicina; Carlos Gaviria, Luis Felipe Vélez, Luis Fernando Vélez, entre otros, de Ciudad Universitaria, y más recientemente de William Botero, César Ospina, Carlos Escobar, por mencionar sólo algunos del Departamento de Ginecología y Obstetricia de la Universidad de Antioquia; estos profesores no solamente brindaron sus ideas sino que, con su práctica, su vida como ejemplo, lucharon y mostraron que otra visión de la Medicina y otra práctica era posible, que un sistema de salud mejor, acorde a nuestra realidad socio-cultural era posible; que había que abarcar el problema de salud de Colombia desde su contexto y no meramente desde lo biológico individual.
Estuvimos presentes en múltiples discusiones, asambleas, todas con un enfoque académico, con argumentos sólidos, cuyo único fin era una Colombia, una Antioquia, una Medellín mejor, más solidaria, más justa, más equitativa, porque estábamos y estamos aún -los que quedamos- convencidos, como nos lo enseñó la epidemiología y la medicina social, que sin controlar las variables de la pobreza, el desempleo, la falta de vivienda digna, la falta de educación, de recreación, etc., no podía existir la salud. Desde ahí luchamos por un sistema de salud mejor para Colombia y lo propusimos, sin ser escuchados.
En el Departamento de Obstetricia también se dio la pelea; en años no muy lejanos, se enfrentaron dos visiones: la de los positivistas-individualistas, con la Medicina Basada en la Evidencia (MBE) como caballito de batalla, y la de los que pensábamos en un enfoque gineco-obstétrico desde lo colectivo desde lo social, contextualizado, no únicamente desde un enfoque biologista técnico individual; de esa pelea salimos mal librados, pues el bum de la MBE arrasaba con fuerza en toda la Facultad de Medicina y la Universidad; al fin y al cabo era afín al poder, al mercado, a lo que se venía: La salud como un mercado (Ley 100/93). Esa pelea la perdimos, la mayoría de profesores de nuestro lado se fueron jubilando y sólo quedaba en el Departamento de Obstetricia una mayoría de profesores afines a la MBE. Desde nuestra perspectiva, el departamento a partir de esa época no ha podido superar su propia crisis, que se ha visto reflejada de múltiples formas como el déficit de docentes, la falta de campos de práctica, la pérdida de credibilidad, etc., por múltiples factores del contexto nacional e internacional; pero, al interior, sobresalía las ansias de poder de algunos; por ello, se alineó el departamento al servicio de los contratos gubernamentales, por lo tanto, a favor de la Ley 100/93; perdiendo autonomía y espíritu crítico frente al ministerio y las secretarías de salud departamental y municipal, y frente a la realidad colombiana; al fin y al cabo gran parte de los contratos provenían de esas entidades.
Por ello, ya el blanco epidemiológico de las causas de la morbi-mortalidad materna y perinatal pasó a ser los propios profesionales de la salud. Entonces ya no importaba los factores sociales de pobreza, miseria, analfabetismo, falta de trabajo, condiciones insalubres de vida, el sistema de salud que mercadea con la enfermedad, que hace todo lo posible por contener costos y maximizar las ganancias, etc.; ya el problema era el personal de atención. Pero, una cosa es hablar desde el escritorio y otra bien diferente es estar al lado del cañón, en la candela, a diario enfrentando las condiciones adversas para la práctica y el ejercicio adecuado de la profesión, de la atención médica con calidad. Para completar el plato y siguiendo la moda, ahora desde allí mismo se habla de “parto humanizado”: ¿En qué condiciones? ¿Con qué población? ¿Con qué recursos? ¿En qué contexto socio-político-cultural?
Ahora, cuando se atiende como ginecólogo y obstetra en una unidad como Manrique perteneciente a Metrosalud, unidad que concentra la mayor parte de atención de maternas del régimen subsidiado en la ciudad, cuya población de referencia es en su gran mayoría de las comunas de Medellín, con toda la pobreza, falta de educación y los múltiples problemas sociales y económicos asociados; recordamos con mayor vigencia aquellas palabras de nuestros maestros: ¿Qué hacemos? Cómo lo hacemos? ¿Cuánto de la realidad impactamos? ¿Para qué lo hacemos? Y podemos afirmar con claridad que hoy no existen las condiciones para atender con calidad a una población con tantos problemas y tan vulnerable. Sin embargo, ese otrora rico análisis se perdió en el desierto, ya no importa. Lo que importa es la atención individual, caso a caso, base de la facturación y el sostenimiento de las instituciones.
El médico hoy se enfrenta a una realidad tan adversa de la cual, y ante todos los riesgos que lo tienen a él como blanco principal , solo queda la propia defensa: hágalo como pueda, eso sí de la mejor manera, porque sabes que tienes directa a la sien la espada de Damocles de la demanda. Puede que el embarazo no sea ni buscado ni deseado, que no se haya realizado control prenatal, que se haya consumido narcóticos aún a sabiendas del embarazo, que la consulta sea tardía, etc., pero eso se olvida desde que la paciente entra a la institución, a la atención médica; ya todo lo que pase es culpa del profesional responsable de la atención. Y casos como éste y más, son el pan nuestro de cada día.
Y, ¿quién dice algo? ¿Quién opina? ¿Quién reflexiona? ¿Dónde quedó aquella universidad pública reflexiva, crítica y propositiva?… A ella también se la engulló el mercado.
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1. Abad G, H. Fundamentos Éticos de la Salud Pública. Universidad de Antioquia. 1987. Pág 157.
2. Abad F, H. El olvido que seremos. Ed. Planeta. 2003. Pág. 251.