Notas de Anatomía Patológica
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia
Por: Médico Carlos Enrique Escobar Gónima (Foto)
Ginecoobstetra
“Ocho incisivos, catorce caninos, ocho premolares y doce molares, en total treinta y dos piezas constituyen la dentadura completa del adulto.”
Así inicié el artículo anterior que un Colega que prefiere que su nombre se omita, lo señaló como de muy agradable lectura, pero que corrige ya que los caninos son cuatro y no catorce. El atribuye el error al “diablillo del linotipo”.
Tiene toda la razón, pero, como directo responsable, quise ir más lejos y me hice la necesaria pregunta. ¿Quién me metió toda esa cantidad de dientes en la boca? Lo primero que se me ocurrió fue realizar una investigación exhaustiva.
Allí empezaron los problemas pues, son tantas y tantas, que ya no cabe una más. Cómo será la cosa que un grupo de ciudadanos conformó una asociación para exigir que les abran una pues se sienten discriminados por no tenerla. Y, en una cafetería cercana al congreso, se escuchó que existe la intención de emitir una ley donde todo colombiano tendrá derecho a tres investigaciones exhaustivas durante la vida, empezando con una con la primera comunión. Al respecto, un grupo de abogados asesores recomendó que fuera con la segunda comunión, para evitar que a los ponentes se les abrieran una investigación exhaustiva.
En esa misma cafetería, pero en otra mesa, una bancada discutía la propuesta de autorizar la exportación de investigaciones exhaustivas a otros países. Los ánimos se caldearon cuando un participante le dijo al ponente que por qué no se la enviaba a Sumatra y este le contestó que mejor a la sutra y eso ya estaba pasando de castaño a oscuro.
Con cierta noción del procedimiento usual, investigué si me habían chuzado. Para los efectos, me despojé de toda mi vestimenta y me revisé de “capitis at pedís”. Una picadura de zancudo y un uñero que Doña Nelly decapitó sin compasión fue lo único encontrado. Decidí, entonces, una revisión a mis cámaras. La cámara anterior del ojo sin problemas, pero la gástrica no fue posible investigarla a fondo por lo que desde la fecha vengo tomando omeprazol.
Sin encontrar al culpable, recurrí a gentes de mi confianza para preguntarles si habían visto algo raro por mi domicilio. El de la carretilla, al que le compro hace treinta años aguacates los viernes, me mencionó que el nuevo vecino era lo único que llamó su atención. Decidí observar a ese sujeto y cuando sacó el perro a pasear y se detuvo a orinar, el perro por supuesto, reconocí que era el dueño de la tienda del barrio. Allí compro los sábados para el almuerzo, frisoles verdes desgranados, pues yo no me pongo a quitarles los granos a un frisol. Ese sujeto es de mi confianza.
Todavía en obscuridad y para reconstruir la escena del crimen, leí nuevamente el artículo encontrando que unos sospechosos eran los ingenieros. Si ustedes recuerdan, los envié a construir los edificios acostados para evitar caídas. Me enteré que estaban reunidos discutiendo la propuesta cuando alguien comentó que esta era una columna en un boletín. El hecho es que al mencionar la palabra columna salieron espantados con temor de que les cayera encima.
De pronto y con un iluminismo agustiniano, poco a poco llegó la terrible verdad a mi mente. Fueron los ratones. ¡Fueron los ratones!
Lo que sigue a continuación es un brevísimo resumen histórico de lo que no dudo en nombrar como la conspiración de los ratones.
El asunto tuvo sus orígenes por el mil trecientos cuando del oriente llegó a Europa una donación de pulgas. Era una donación de amistad. Un método para calmar la hostilidad y violencia de los occidentales, la “despulgada”.
Para que me entienda apreciado colega, para poner ejemplos locales, si se permitiera que un Uribe y un Petro (apellidos seleccionados al azar), uno a otro se “despulgaran», disminuiría la hostilidad entre ellos. Y, si en medio de una manifestación violenta, algunos participantes se quitaran sus máscaras, unos de “RoboCop” y los otros de extremistas, y se “despulgaran”, seguramente volverían a ser los unos, servidores públicos, y los otros, estudiantes, en vez de estar estúpidamente intentando herirse, repito, ESTÚPIDAMENTE. Porque de lo que se trata es retirar la violencia, no las protestas.
Pero, no me quiero desviar y vuelvo a Europa y los ratones. En efecto, para poder llevar las pulgas, algunos ratones se ofrecieron. Lo que los ratones desconocían era que la pulga llevaba un asesino en potencia, la yersinia, que causó la temible peste negra que mató casi a la mitad de la población de Europa. Lo que los ratones no entendieron fue el odio que se les cogió a ellos y no a las pulgas que eran las verdaderas responsables.
El Flautista de Hamelín que contrataron los europeos para aniquilar a los ratones condujo a la muerte por ahogamiento de miles de ratones. Unos pocos sobrevivientes juraron venganza.
Una primera convención de sobrevivientes decidió la estrategia. Apropiarse de una forma subrepticia de áreas muy sensibles y gratas para los humanos y luego causar la gran debacle.
El ratón Mickey, Tom y Jerry, el Topo Gigo (Topo, ratón en italiano) y el ratón Pérez, han sido estrategias para que los niños vuelvan a amar los ratones.
Aprovechando la fascinación de los humanos por la cocina, Remy, un ratón cocinero se hace amar por el público adulto en la película Ratatouille.
La gran venganza fue programada para el momento en el cual se pasaba de un milenio al nuevo. Se suponía que en ese momento todos los computadores del mundo se apagarían y los humanos se volverían locos. Algo falló; no se sabe a ciencia cierta qué pasó. Algunos piensan que los servicios de inteligencia humanos le creyeron a ese dúo de ratones extremistas, Pinky y Cerebro, que venían diciendo públicamente que querían conquistar el mundo, pero lo cierto del caso fue que no funcionó el plan. Por lo anterior es que diseñaron una segunda estrategia que fue la responsable del imperdonable error del artículo del diente y que me tiene horrorizado. A partir de ese error decidieron quedarse como “mouse”, léase ratón y, si alguien menciona algo en una computadora en contra de ellos, inducen al error para desprestigiar al escritor.
En mi caso, cuando señalé que el Ratón Pérez era un invento de un Cura Español, lo consideraron una afrenta ya que ese ratón es uno de sus héroes míticos. Por ello cambiaron el número de dientes. Un intento de desprestigiarme como Anatomista.
El título lo puse en latín y espero que aquellos que huyen de los gatos y comen queso, no sepan de este idioma. Tiene que ver con excusas.
Para terminar, Luego de esta prolija investigación he quedado exhausto. Agradezco a este lector y otros que, por diferentes vías, me han hecho llegar palabras de aliento por la columna.
Acabo de capturar un pedazo de natilla y con mi familia me encerraré en un buñuelo y espero rodar hasta el próximo año.
Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia