Labios de rubí

Notas de Anatomía Patológica

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Carlos Enrique Escobar Gónima (Foto)
Ginecoobstetra

Contundente.  Se nace con hambre y por ello la succión no es un acto volitivo, es un reflejo de supervivencia y allí está el músculo orbicular cumpliendo su función.  Luego de la saciedad vendrán secretos diálogos entre madre e hijo y aparecerá la sonrisa y el músculo risorio de Santorini en lo suyo.  Eso sí, no deseamos que en ninguno niño aparezca la risa sardónica que con trismos anuncian el temible tétanos.  Tenebroso como el origen de la palabra que proviene de una hierba venenosa, la sardonia, que daban los primitivos habitantes de Cerdeña a los ancianos antes de sacrificarlos y que causaba retracción de los labios simulando una sonrisa.  La formidable actuación de Jack Nicholson como el guasón muestra la versión moderna de la risa sardónica.

Un beso en la mejilla y treinta monedas de plata consumaron la traición más famosa de la historia.  Con un beso se despiertan las princesas encantadas, con dos besos se saludan los españoles y con tres y hasta cuatro, los franceses.  El beso puede ser cálido y tierno como el de la madre o ardiente y apasionado como el de los amantes. Esa atracción por los labios del otro permite a ciertos indeseables oportunistas aprovecharlos para su difusión y por ello existe el Virus del Herpes con sus urentes vesículas y también ese extraño y aún no bien comprendido virus, el de Epstein y Barr.  Primero en ser directamente asociado al cáncer y que, en algunos infantes produce la Enfermedad de Alicia en el país de las Maravillas o Síndrome de Todd donde niños con migraña tienen la sensación de que sus extremidades se vuelven grandes o su cuerpo más pequeño, como le ocurre a Alicia y al conejo, en el cuento de Lewis Carroll.  Ese virus también lo conocemos como el causante de la enfermedad del beso o Mononucleosis Infecciosa.

Carente de glándulas sebáceas y de sudor, y ausente en folículos pilosos, la parte roja y carnosa de los labios, el bermellón como es su nombre en anatomía, cien veces más sensible que los dedos, permite sospechar algunos problemas.  Su palidez orienta hacia la anemia.  Resecos y quebradizos son los de la deshidratación, las bajas concentraciones de oxígeno le dan un color morado y en los niños con lunares oscuros en el bermellón, piense en la posibilidad de múltiples pólipos gastrointestinales del Síndrome de Peutz Jegher.  Y con solo verlos se diagnostican los niños con labios de liebre, los de labio leporino, que la medicina plástica ha corregido con éxito.

Ahora, desde tiempos de las pirámides, la pintura del bermellón ha sido parte del ritual de la belleza femenina.  A principios del siglo pasado, el labio rojo era relacionado con la prostitución.  Eso cambió cuando la canadiense Elizabeth Arden, empresaria de productos de belleza, hizo campañas para que las amas de casa norteamericanas incorporaran la pintura de los labios como una actividad cotidiana de belleza, con tal éxito que su empresa la convirtió en una de las mujeres más ricas de Norteamérica.  Activista política por los derechos de la mujer, regalaba pintalabios rojo intenso a las mujeres que iban a las manifestaciones.  En definitiva, las marchas de las sufragistas en Nueva York eran de labios rojos.  Otro pintalabios, el Ruby Red de Max Factor, se hizo famoso al convertir a Norma J Baker, mejor conocida por su nombre artístico: Marilyn Monroe, en el símbolo sensual del siglo XX.  Una doble pintura de los labios, para hacerlos más grandes y un rojo muy intenso, fueron partes del éxito.

Poseer labios gruesos, como criterio de belleza, hizo que mujeres y Medicina se unieran en dicho objetivo y, en efecto, varias sustancias fueron y aún se siguen usando para inyectar los labios, el ácido Hialurónico, entre otros.

Pero, un poco más osadas, en su pretensión de agrandar los labios, han sido y desde tiempos antiguos las damas de algunas tribus africanas que a las niñas les empiezan a acomodar platillos por dentro del labio inferior para que este se vaya alongando hasta que aguante.

¿Hermosas?  Seguramente sí, pero el curioso labio inferior resultante hace que renuncien a uno de los placeres terrenales más sápidos que se conocen; sorber.
Para que me entiendan, imaginen el proceso de llevar a la boca un tenedor con espaguetis enrollados.  En algún momento del viaje, uno o varios de ellos adquieren vida propia y empiezan una fuga hacia el plato.  Haga de cuenta que es una fuga famosa en estos días, pero la prófuga que cae por la ventana es un espagueti. Con inmediatez los músculos orbiculares de ambos labios, conjugando lo mejor del verbo sorber hacen el seguimiento, detención y captura para luego engullir a los infelices prófugos frustrados.  Todo un completo estallido sensorial de placer.

En el oriente ocurre este proceso con palillos y fideos de pasta o arroz.  Pero, allá dos circunstancias lo hacen diferente.  En primer lugar, las reglas de cortesía oriental imponen que la boca se acerque al tazón, lo que por supuesto, facilita la ingesta.  Además, el sonido del sorber es de buen recibo en el oriente, se expresa con el sonido que la comida está bien hecha y sabrosa.  En segundo lugar, doña genética diseñó los ojitos de los orientales alargados, precisamente para mantener vigilia continua sobre palillos y tazón. No hay escapatoria posible.  ¿Me entendió mi chino?

Continuando, si ustedes le echan cacumen al asunto, se van a dar cuenta que lo mismo que sorber, pero en sentido contrario, se llama silbar.  Una actividad que reconforta los espíritus.  Esto es válido siempre y cuando no se pertenezca a las poblaciones Hmong de los Himalaya, donde se hace indispensable, pues el silbido es la única forma que tienen de conocerse y conversar de montaña a montaña.  Estas poblaciones cuyo otro nombre, tribus de lenguas miao, nos recuerda cierta agüita amarilla, por la imposibilidad de la cercanía, especialmente en tiempos de invierno, inventaron un idioma a punto de silbidos, donde los novios se declaran sus amores y cuentan sus cuitas.  ¿Intensificar el silbido?  Por supuesto, eso se llama silbato.  Se dice que lo inventaron los chinos para advertir con algo de tiempo un ataque mongol.  De allí pasó a los cuarteles de policía, a los directores de circo, a los estadios y a las mochilas de supervivencia para caso de terremoto.

Por último, ya es tiempo que los labios se usen para bendecir y no para maldecir, que los besos sirvan para despertar a los niños y no para despedir a los jóvenes asesinados.  Que la hierba sardonia se cambie por ramas de olivo y que la única guerra que suene sea la de la bachata rosa de Juan Luis.

Nota Adicional. ¿Cómo le comunicaron las mujeres africanas a las de ciertas tribus amazónicas, el secreto de belleza de alargar los labios?  ¡Vaya Usted a saber, sorber y silbar!

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

 

Deja un comentario