En plena crisis por el vapeo en EE. UU., emitieron consenso que rechaza estrategia de menor riesgo
Tomado de: www.eltiempo.com
Este año ha sido crítico para la industria tabacalera, que se ha visto sacudida por 10 muertes y cientos de casos de enfermedad pulmonar en Estados Unidos en personas que usaron dispositivos de vapeo o cigarrillos electrónicos.
La conmoción no solo se ha sentido en los círculos de la salud pública, pues muchos estados y ciudades de ese país han anunciado la prohibición de estos productos. Juul, líder indiscutido del mercado de los cigarrillos electrónicos, acaba de anunciar un cambio en su dirección para intentar asegurar su futuro con un perfil más bajo, que incluye dejar de publicitar y cabildear. Lo que se suma a que las dos compañías de tabaco más grandes del mundo, Altria y Philip Morris International, renunciaran a sus planes de una megafusión.
De fondo está que unos 3,6 millones de estudiantes de secundaria usaron productos de vapeo en Estados Unidos en el 2018, un aumento de 1,5 millones respecto al año anterior.
Y lo grave de todo esto es que las autoridades no han establecido aún con exactitud cuál es la sustancia presente en los cigarrillos electrónicos que provoca las enfermedades. El ambiente, en realidad, es de incertidumbre.
En Colombia, aunque no se han reportado casos como los presentados en Estados Unidos, la industria tabacalera y la que agremia a los dispositivos de vapeo han iniciado una fuerte estrategia para posicionar sus nuevos productos. Entraron en contacto con la academia, la comunidad médica, los medios de comunicación y las agrupaciones de consumidores, y les argumentaron que, como era imposible acabar con el tabaquismo, había que optar por el mal menor; es decir, por los Sistemas Electrónicos de Administración de Nicotina (SEAN).
Y si bien no se ha escuchado un pronunciamiento formal de las autoridades sanitarias nacionales frente a la amenaza que representa lo que se vive en Estados Unidos, por primera vez las Sociedades Científicas, la comunidad académica y las organizaciones de salud pública en Colombia se unieron para declararse en pie de lucha contra las intenciones de la industria.
Consenso
En un documento que recoge la mejor evidencia disponible, 15 de estas agrupaciones –entre las que se incluyen la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, las universidades del Valle e ICESI, la Liga Colombiana contra el Cáncer y representantes de la sociedad civil– confrontaron duramente los argumentos de fabricantes, productores y distribuidores.
Esa estrategia de reducción de daños que venden es un concepto “intuitivo y atractivo y, por lo tanto, muy tentador para los fumadores, los profesionales de la salud y los políticos”, reconoce el documento de los médicos y científicos. Sin embargo, advierten: “Afirmar que estos productos son de menor riesgo es inducir al error a las personas que realmente quieren dejar de consumir tabaco”.
Blanca Llorente, directora de la fundación Anaás -una de las firmantes del documento-, señala que lo que hay detrás de la idea del daño reducido es en realidad una estrategia de mercadeo. Según ella, las tabacaleras están buscando acercamientos con voces reputadas para apropiarse de su imagen y ponerse un manto de cientificidad y credibilidad.
“La estrategia es promovida mayoritariamente por la misma industria -dice la experta-. No es una oferta auténtica para reducir el daño, porque lo que da con una mano, lo quita con la otra. Eliminan la combustión, pero crean otros riesgos: abren mercados entre adolescentes, añaden saborizantes, aumentan la capacidad adictiva”.(Vea acá la posición de la industria sobre el vapeo).
Las razones
Estas son las siete razones que exponen las sociedades colombianas para que los consumidores, la academia y las autoridades no bajen la guardia frente a los avances logrados en la reducción del tabaquismo.
Cambiar la seguridad por la incertidumbre
Hay técnicas probadas para dejar de fumar, como las terapias farmacológicas de remplazo de nicotina y los servicios asistenciales. Sin embargo, la aparición de los cigarrillos electrónicos (sin evidencia comprobada como estrategia para dejar de fumar) ha coincidido con la reducción del uso de los métodos comprobados.
La fuerza de voluntad, la mejor opción
No hay documentación robusta que ampare la idea de que productos alternativos de suministro de nicotina, como cigarrillos electrónicos o quemadores de tabaco, son efectivos para abandonar el hábito. La simple presencia de un compuesto adictivo como la nicotina –que llega rápidamente al cerebro– impide que haya una cesación definitiva. De hecho, los estudios muestran que, en la mayoría de los casos, la fuerza de voluntad es la mejor estrategia.
Con acompañamiento médico, quizás
Los pocos estudios llevados a cabo hasta el momento muestran que, posiblemente, los cigarrillos electrónicos sean efectivos para dejar los cigarrillos convencionales, pero en una circunstancia particular: cuando estos dispositivos se combinan con asesoramiento intensivo para dejar de fumar (Colombia cuenta con el Programa Nacional para la Cesación del Consumo de Tabaco y Atención del Tabaquismo).
Transición infinita
La industria tabacalera parte del supuesto, no demostrado, de que el consumidor de tabaco pasa por un proceso de transición: primero fuma cigarrillos convencionales, luego consume estos simultáneamente con los electrónicos, y luego se queda solo con los electrónicos. Lo observado hasta el momento es que la mayoría de los consumidores no terminan la transición: se quedan en el consumo dual. En este sentido, señala el documento, “para algunos incluso podría haber un mayor riesgo de daño”.
No existe un uso seguro del tabaco
Podría suponerse que existe una asociación directamente proporcional entre las cantidades de sustancias tóxicas consumidas y el daño. Pero no, la evidencia científica muestra que hay personas que sufren grandes daños a pesar de someterse a bajas exposiciones. Entre los efectos reportados en humanos por el consumo de los nuevos dispositivos se encuentran, entre otros, obstrucción de las vías respiratorias, sibilancias, tos y asma, incluso en las personas expuestas a vapor de segunda mano. El cese, por tanto, debería ser completo.
Ojo con la salud pública
Uno de los mayores logros de la salud pública a nivel mundial ha sido la reducción del tabaquismo. Los expertos consideran que los nuevos dispositivos generan el riesgo de volver a normalizar este hábito. “A pesar de que el impacto a largo plazo de los productos alternativos de suministro de nicotina en la salud de la población es difícil de predecir, la promoción generalizada puede tener una gama de efectos negativos en la salud a nivel de la población”, dice el documento.
Estudios han mostrado que una amplia porción de consumidores de nuevos dispositivos nunca había fumado cigarrillos convencionales. En este sentido, el riesgo es que se produzca una transición pero en sentido opuesto al deseado: los nuevos productos de tabaco terminarían siendo la puerta de entrada a los viejos productos.
Sí es posible frenar la epidemia del tabaquismo
Una de las grandes falacias de los promotores de los nuevos dispositivos es que no hay chance de frenar la epidemia del tabaquismo. La experiencia, sin embargo, ha mostrado lo contrario: los países con fuerte control han conseguido reducciones significativas del consumo. Las políticas encaminadas a aumentar los precios, prohibir la exhibición y publicidad y restringir la edad de compra han mostrado que sí sirven para ponerle freno a la epidemia. “Sabemos que funciona -puntualizan los expertos-. Necesitamos líderes valientes para implementar los métodos efectivos basados en evidencia”.
Los firmantes de este documento son la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, la Asociación Colombiana de Neumología y Cirugía de Tórax, la Sociedad Colombiana de Medicina Familiar, la Asociación Colombiana de Medicina Interna, la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad ICESI, el Centro de Estudios en Protección Social y Economía de la Salud PROESA de la Universidad ICESI, la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Valle, la Red Colombiana de Instituciones de Educación Superior y Universidades Promotoras de Salud, Red Papaz, la Fundación Anaás, la Fundación Salutia, la Liga Colombiana contra el Cáncer, la Fundación Ellen Riegner de Casas, Educar Consumidores y la Mesa Colombiana de Incidencia por las Enfermedades Crónicas (MECIEC).
Tomado de: www.eltiempo.com