¡Párenle oreja…!

Notas de Anatomía Patologica

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Médico Carlos Enrique Escobar Gónima (foto)
Ginecoobstetra

Párenle oreja a lo que les digo, desde el norte del continente le acaban de meter una jalada de orejas a Iván (el nuestro) de padre y señor mío.  El jalón fue tan duro que por poco nos lo dejan “orejimocho”.  Y fíjense,, queridos anatomistas, que sin querer llegamos al terreno que nos interesa. Orejas y oídos, que no son lo mismo, han causado en mi espíritu investigativo preguntas de la mayor importancia que distan de ser resueltas.  Para citar ejemplos: ¿Cuál es el mecanismo por medio del cual las orejas detectan que están hablando de nosotros y por ello se ponen rojas? ¿Cómo supo la evolución que miles de años después los humanos requerirían de lentes y las puso donde las puso y así dar soporte a ese artefacto llamado gafas?

Ahora, si interés despiertan en mí, verdadera fascinación fue la del médico Paul Nogier quien, en 1951, a punta de mirarlas y tocarlas elaboró la “Aurículo-medicina”.  Nogier observó que la oreja es la forma de un feto con la cabeza hacia abajo y, centrado en esa imagen, elaboró un mapa de representaciones de cada parte del cuerpo. No entro en polémicas sobre la utilidad, sólo digo que los más entusiastas han sido los orientales pues encontraron en las tesis del francés apoyo a sus prácticas milenarias donde la oreja y, en especial, los lóbulos son campos de aterrizaje de sus agujitas de acupuntura. Ahora, tampoco quiero meterme en terrenos ajenos, pero no sé qué pasará con los mapas y meridianos auriculares con esa moda de llenar de piercing, “colgandejas y maricaditas varias” a las orejas hasta volverlas como muestrario de ferretería ambulante.

Respecto a los oídos, perplejidad despierta en mi esa región que compromete tímpano, huesecillos: yunque, martillo y estribo, y, la cóclea o caracol. Que ondas de sonidos puedan meter toda una orquesta con Vivaldi y otros al cerebro y acariciar melódicamente a las neuronas más cercanas al alma, es algo asombroso. Por supuesto, ello fue válido también para Maluma quien, sin pensarlo, por el estribo se subió a la cóclea y a punto del golpe del martillo en el yunque y su grito de guerra, ¡perrea, baby perrea! produjo tal inquietud en el alma que salió agitadísima a esconderse debajo de la silla turca.

Pues bien, ya que hemos sido un poco impertinentes, quiero ser más atrevido y realizar un comentario sobre nuestro premio Nobel, el que queremos todos.  Tengo que informarle, casi con pena, que efectivamente al General en su laberinto le puede dar inflamación, óigase bien, como a todos los cristianos. Vértigo y dolor son síntomas en los que estamos todos de acuerdo; sin embargo, la mayoría de expertos señalan que los molestos zumbidos, acúfenos y tinitos son lo mismo, con lo cual no podemos estar de acuerdo ya que algo habrá de diferencia pues acúfenos suena a nombre de perro grande, bravo y mordelón, mientras tinitos a gato pequeño, mimoso y juguetón. Creo que esta discusión la podría salvar Méniere; eso sí, cuídense de cómo lo escriben pues corren el riesgo de que quien les responda no sea el del síndrome si no el de la magnífica salsa francesa de mantequilla.

Continuando con nuestra exploración, no podemos dejar de mencionar a dos oidores mayores. Del primero, contemporáneo del gran Vesalio, Bartolomeo Eustachius, desconocemos la razón de haber dejado su trompa por allá, en el oído medio, para equilibrar presiones entre rinofaringe y oído. Del segundo, Antonio María Valsalva, digamos que su maniobra fue utilizada en el diagnóstico en cardiología y, con el tiempo, se estableció en funciones no menos útiles, destapando oídos y ayudándole al colon cuando este requiere liberarse de cargas no deseadas.  Utilísimos serían este par de italianos, en la represa cercana a Ituango para ayudar a destapar esos túneles que tienen al Alcalde de Medellín y al Gobernador de Antioquia, jalándose de las mechas, mordiéndose las orejas e intentando arrancarse los periestafilinos, que todo buen anatomista conoce, sabiendo como saben que los que pagaremos con las orejas gachas seremos nosotros.

Respecto al oído externo, poco hay que decir, tanto para ustedes como para mí, deseo un conducto externo, abierto, pulcro y sin cera. Algo similar de lo que queremos para el Plan Nacional de Desarrollo (PND). Abierto y ajeno a la elaboración en obscuros rincones del obscuro Congreso. Pulcro y ausente de miquillos, micos y orangutanes y sincera intención de propender por el bien común. Párenle orejas al PND queridos cofrades, no se olviden que cercano está Carrasquilla y no precisamente, Don Tomás, nuestro escritor. ¡Paren Orejas!

 

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