Best Sellers crean cine mediocre: La Confesión (2014)

Tomado de: Oficina de Comunicaciones, Información y Prensa ASMEDAS Antioquia

Por: Jesús María Dapena Botero (foto)
Médico psiquiatra

Estoy frente a una cinta que es todo un enigma para mí, La Confesión en español o The Confession en inglés, ya que la película es estadounidense, con Katie Leclerc, Bill Oeberst Jr., Adrian Paul, Shery Strigtfield y Julia Whelen, dirigida por Michael Landon, sobre una novela de Beverly Lewis, todos absolutamente, quizás por ser hecha para la televisión, pues confieso que no soy un buen televidente.

Lo primero que me llamó la atención fue la toma inicial en la que parece que, desde un tren, se desfila ante una vieja casa campestre que genera cierto misterio, luego un hombre mira desde una ventana, mientras una mujer rubia y joven se mira al espejo para mostrar luego una sala elegante, en donde se encuentran dos hombres, para dos mujeres ir a una oficina, donde les dan un contrato.

El filme propiamente dicho empieza con una clase de conducción de automóviles y con una alumna bastante torpe, quien trabaja en una cafetería, luego pasa a llamar a la casa de Laura Bennett a quien le dice que es Katie Lapp, una perfecta desconocida para Laura.

Katie es demasiado ingenua y la estafan los clientes porque, si en su tierra la gente cumple la palabra, en el resto del mundo la gente miente y roba.

Lo cierto es que, aunque en New York vivan una multitud de Lauras Bennett, Katie ella necesita encontrar exclusivamente a una de ellas.

Una Laura recibe la mala noticia del neurólogo que, pese a la cirugía realizada, hay dos masas neoplásicas en la región supratentorial y otro glioblastoma, que quizás afecten el nervio óptico, porque ella necesita gafas para leer; y de lo que se trata es de un cáncer muy agresivo de cerebro; además perderá el equilibrio, vendrá un debilitamiento muscular, después una amnesia y una afasia motora y luego se acelerará el proceso; pero, ella toma la decisión de seguir viviendo; aunque movida por la angustia empaca sus cosas para irse a vivir sola para poder pensar y tomar decisiones, y aunque por amor el marido trate de evitarlo, ella se empecina, a pesar del mutuo amor que se tienen. Se la ve derrumbada.

El hombre aficionado a las carreras hípicas ha perdido una apuesta y se la están cobrando; ella no lo sabe, porque le había prometido no volver a apostar a los caballos; pero, el cobrador le exige la entrega del dinero y sea como sea su mujer pagará el dinero.

Laura vive en una rica mansión con mucha servidumbre; hará una fiesta para una fundación benéfica. Pero, ella sabe de la ludopatía del marido y dará toda la herencia a la Fundación, para no perder el dinero que consiguieron sus antepasados, y no tendrá en cuenta a la hija biológica que ha dado en adopción porque, si bien quiso recuperarla, pensó que no era correcto meterse en su vida.

Katie llama a su madre; pero, no está; el marido no quiere porque ya es muy tarde por la Laura, que busca ya murió.

Una amiga descubre dónde está la casa de la madre y Katie Lapp aparece en casa, lo que ocasiona un cariñoso encuentro, le muestra el vestidito con el que la entregó a la madre adoptante; Laura se siente feliz de que la llamen mamá, ya que nunca la olvidó.

Los padres adoptantes reciben una carta de Katie, se preguntan qué quiere hacer la hija adoptiva al encontrar la madre biológica, ya que sabe que han sido sus padres durante veinte años y la quieren como si fuera de su propia sangre.

Empiezan a leer la misiva en la que les trata de queridos papá y mamá, que va a comprobar si no le han mentido con respecto a su muerte y que, de todas formas, los quiere muchísimo; pero, la hija adoptada es una impostora, contratada por su marido, para que le dé a la falsa Katie la herencia denegada; el hombre no da puntada sin dedal.

A la casa de los padres adoptantes aparece Daniel Fischer, el antiguo amado de Katie, que le confiesa que no se ahogó en el río; quería irse y alistarse en el ejército por patriotismo, cuando luchar era prohibido para la secta, por lo cual no es bien recibido y si no le ayudan se encargará de buscar a Katie para pedirle perdón; pero, la señora le da la dirección, para que le informe de su hija adoptiva, con tal que no se involucre más en su vida.

Ella le informa a sus padres, por carta, de la existencia de la impostora que espera la herencia, cuya supuesta madre quiere dársela; pero, siente necesidad de consultarlo con los padres adoptantes y, finalmente, lo acepta.

Daniel descubre la mansión, que espía con binóculos, y ve que Katie efectivamente está allí y quiere verla, no se conocían.

La verdadera Katie va a tomar el café con el que se conoció en casa de su madre y ella va a contarle un secreto, cuando es llamado por el señor de la casa, quien aparece y le confiesa su complot; pero, no quiere que ese engaño salga a la luz, ¿para qué revelar la verdad? Pero la impostara quiere dejar de mentir.

La verdadera Katie le lleva unas flores, para despedirse; pero se quedará unos días más por ella.

Se disponen a la cesión de la herencia; pero, Laura se niega para reconocer a la verdadera Katie, con lo que se tira en la jugada de los impostores; el marido será ingresado en una clínica de Florida, en vez de ir a la cárcel, que sería lo que haría el notario, ya que Laura lo único que desea es que se cure de su ludopatía.

Katie acompañará a Laurie hasta el final y la llena de amor; mientras la espera un nuevo romance, a pesar de que ve a Daniel Fisher, pero lo deja pasar como a una alucinación, y el chico, aunque desde lejos, jura que algún día se casará con ella.

La película está basada en el Best-Seller La confesión de Beverly Lewis, quien invita a reflexionar sobre mirar hacia nuestro propio interior con el fin de encontrar verdades que nos liberen de prejuicios, que es una secuela de El desprecio cuando Katie, una joven adoptada por la pareja Lapp, de una secta Amish, rechaza un matrimonio de conveniencia con el obispo de la comunidad, para irse tras la madre biológica, al conocer esa desgarradora verdad, a la que busca y encuentra en La confesión, a pesar de la serie de engaños y mentiras, difíciles de discriminar para una chica tan ingenua, criada dentro del puritanismo más extremo, nada más y nada menos en una ciudad como la Gran Manzana, donde la gente para sobrevivir y triunfar sobre el otro miente a destajo, lección que le transmitiera su compañera de trabajo en la cafetería.

La autora de la novela es una novelista que narra ficciones, muy cristiana de por sí, ex maestra de escuela y de música, una labor narrativa que inició a la corta edad de los nueve años.

Es una mujer anabaptista, muy conocedora de la vieja Orden Amish, ya que su abuela había nacido con ellos y su padre fue pastor en Lancaster, Pennsylvania, donde la literata nació y creció y ahora es Beverly Lewis, antes Jones, por estar casada con David Lewis, con quien tiene una familia ampliada de tres generaciones. Es una elegante señora como podemos ver aquí:

La autora de la obra escrita es Beverly Lewis, una elegante señora:

Quizás la novela haga parte de su nostalgia por el Condado de Lancaster, en Pennsylvania, donde pasaría su infancia muy cerca del país de los Amish, de los que descendía por línea materna y considera que la recepción por parte del gran público estadounidense se debe a que su trabajo es asombroso y cargado de calor humano, de lo que se entera por las miles de cartas que recibe de sus lectores, en especial al satisfacer curiosidades sobre los Amish antiguos, con su deseo de quedar fijados en la búsqueda de una vida simple y el retorno de valores tradicionales que se han llevado las corrientes de la modernidad, con narraciones escritas con un estilo fresco y chispeante.

Si bien, en la versión cinematográfica hay una magnífica ambientación y cuenta con buenos autores, a mí, personalmente, me pareció una película del montón, entretenida como para una tarde de domingo en casa y se espera que se continúe toda una saga, ya que a la gente le gusta porque rescata valores que casi han desaparecido en esta sociedad líquida de la hipermodernidad, de la que son representantes el marido de la señora Bennett y la impostora, que quieren robarle la legitimidad de hija biológica de dicha multimillonaria.

Resulta un drama agradable, con cierta cuota de suspenso, con cierta magnificencia en los decorados de la casa de la madre biológica de Katie; aunque para nada es una obra maestra como otras que he comentado.

Puede ser una película dulzona, más para ser vista por señoras, con una selección de actores bastante adecuada ya que, en general, son muy buenos todos, convincentes, en donde todo gira en torno a una posible gran estafa, hasta que la verdad se esclarece y cada cual recibe su merecido, bueno o malo; pero la señora Bennet tendrá la caridad de mandar a su marido a una clínica de tratamiento de ludopatías, sin mandarlo a la cárcel, que es lugar a donde lo hubiera enviado el notario, si fuera su clienta; pero, no me quedan ganas de ver El rechazo, ya que con la segunda parte me basta.

El libro que da pie a la película de Beverly Lewis, escrito en inglés en 1977, y publicado en Bethany House de Minnesota en el 2010 y llevada al cine por el canal de televisión Hallmark entre el 2012 y el 2013.

He de confesar que tengo mis prejuicios con los best-sellers, a pesar de que puedan ser sinceros y bien intencionados, como supongo que es el caso de esta escritora, por conservadora que sea; sin lugar a dudas, el escritor de uno de estos libros requiere trabajo, ilusión e intentos de hacer arte; pero, no dan la altura de la literatura clásica y pueden ser bastante efímeros y, en general, leerlos me genera la sensación de perder el tiempo, aunque no me sucedió así con El médico de Noah Gordon1, que leí como respuesta a la gratitud que me expresara al regalármelo por el buen trato que le daba, y se me hizo potable porque finalmente decidí tomarlo como una novela histórica, aunque hubo momentos en que me parecían muy forzadas como los reencuentros con su pareja, con soluciones bastante inverosímiles; pero, me encantó saber más de un personaje tan importante en la historia de la medicina, como lo fuera Avicena.

De todas maneras, son libros muy vendidos y muy rápidamente, que es una literatura bastante light, que suprime lo indirecto, lo complejo o lo incómodo, que pueda generarse en su escritura de tal forma que resulta un producto bastante baladí, con un estilo bastante transparente, usualmente bastante voluminoso, con secuelas que se van sucediendo porque la consigna casi es: Todo tiene que ser excesivo y, por supuesto, con un final feliz.

Y los autores se defienden de la crítica con el argumento de que el crítico debe ser algo tarado porque, si ha gustado a millones de personas; lo mismo sucede muchas veces con la política, que muchos candidatos son elegidos por multitudes sin ninguna conciencia política2.

Y muchos parecen haber sido productos en serie, para entretener y hastiar, a la par que engrasan la maquinaria de la industria editorial y promueven el interés por la lectura aunque, a veces, les sirven a ciertas casas de edición para financiar la producción de literatura clásico pero de poca salida en el mercado, mientras se enriquecen los hacedores de best-sellers3.

Hay quienes pueden hacer una crítica más benigna de esta producción masiva como una posibilidad de incrementar los hábitos de lectura, además de ser un interesante fenómeno sociológico, aún con el sacrificio de la calidad del producto, para salvar el marketing, así no se generen obras que tengan atractivo en sí mismas, un poco a la manera de Irving Wallace, quien lograra un mercado mundial con escritos poco brillantes, con una narrativa de consumo, que tocan ciertos valores universales como pasa en el caso de Beverly Lewis quien, con La Confesión, logra una narración entretenida y tierna, con un cierto misterio, que muy bien transmite la cinta de Michael Landon, en un mundo globalizado y neoliberal.

Pues, yo considero que si Charles Dickens, Agatha Christie y Tolkien fueron, en su momento best-sellers, han ido trascendiendo a la literatura clásica, dada la genialidad de los autores.

Y yo, para nada, compararía El principito de Antoine de Saint-Exupéry4 con El código da Vinci5 y su pésima versión cinematográfica, ni tampoco con las obras de Paulo Coelho, ya que no son libros de máxima calidad en la medida en que son prefabricados, sin buenas caracterizaciones como puras estrategias de venta, que es lo que son en realidad, ya que nada tienen que ver con la calidad de las obras de don Miguel de Cervantes Saavedra, de Tolstoi y Proust, como señalaba Luis Goytisolo, ni siquiera tienen la calidad del folletín, como lo hiciera Charles Dickens, que se impone por la moda, muy propia de la cultura del pensamiento único, que proponía Fukuyama 6, 7, 8.

Voltaire mismo señalaba que las muchas ediciones de un libro y la frecuencia de sus reediciones no dan cuenta de la calidad de la obra sino de la curiosidad, y ahora sabemos que dependen de los departamentos de producción de las casas editoras, en medio de la modernidad líquida de la que nos hablaba Zygmunt Bauman9, sobre todo a partir de la industria editorial angloamericana, que surge como por arte de birlibirloque, sin que sepamos las reglas del juego con las que se nos maneja como títeres, con un titiritero oculto que sigue las leyes del mercado para que compremos páginas vacuas que surgen como por arte de magia, como si hubiera un recetario para hacerlas, dadas determinadas circunstancias sociales que terminan por ofender a un público suficientemente culto, porque es más producto de la publicidad.

Su origen se dio a fines del siglo XIX, cuando la revista estadounidense Bookman empezó a sacar las listas de los libros más vendidos que se introducían de una manera perversa en la medida en que el perverso es quien más sabe lo que el otro desea; muchas de ellas con temas religiosos, para lectores de clase media, alfabetos; pero carentes de hábitos de lectura y de aspiraciones estéticas refinadas10.

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1. Gordon, N. El médico. Roca, Barcelona, 2008, 800 pp.

2. Zanón, C. Aquí mis prejuicios, aquí siete best-sellers. El País, 23 de diciembre del 2017

3. Graguera de León, F. ¿Los best-sellers empobrecen la cultura literaria o la ayudan a crear? El País, 6 de junio del 2013,

4. Santi-Exupéry, A. El principito. Salamandra, Barcelona, 2008, 96 pp.

5. Brown, D. El código da Vinci. Planeta, Barcelona, 2017, 624 pp.

6. Torrecilla, A. La obsesión por el best-seller. Nuestro tiempo 660, mayo y junio del 2011. http://www.unav.es/nuestrotiempo/es/cultura/la-obsesion-por-el-best-seller

7. Gemma. Crítica al best-seller. http://librosypensamientos.blogspot.com/2010/06/critica-al-best-seller.html

8. Fukuyama, F. El fin de la Historia y el último hombre. Planeta, Barcelona, 1992, 2200 pp.

9. Bauman, Z. La modernidad líquida. Fondo de cultura económica de España, Madrid, 2016. 231 pp.

10. López García, D. Pasen y lean: el número de los best-sellers. https://www.revistadelibros.com/articulos/best-sellers-un-fenomeno-reciente

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