En las garras de los mandos medios

Tomado de: https://emiliorestrepo.blogspot.com

Por: Emilio Alberto Restrepo Baena

Médico y Escritor

Nota: Este artículo lo escribí en 1991 cuando trabajaba como médico general en el desaparecido ISS. Lo leo cada 5 años, y veo que no ha cambiado nada. Hoy lo publico con leves modificaciones. Ni siquiera le pongo dedicatoria, pues dudo mucho que alguien se sienta aludido…y menos ellos…

Las personas que trabajan en el sector público y están vinculados en la parte técnica, o sea por carrera administrativa, en un concurso de méritos de varios meses, sometidos a una evaluación de desempeño periódica y que ejercen una función operativa, de ejecución de funciones acorde con la materia de su especialidad, cada cierto tiempo se enfrentan a una plaga que hace metástasis en las instituciones del Estado: las corbatas, los mandos medios nombrados por presiones políticas, las fichas de un dirigente que cobra favores a través de la burocracia y los empotra temporalmente en un cargo de dirección de rango medio.

El perfil está muy definido: personas con un nivel intermedio de formación, que a diferencia de sus subordinados nunca hicieron especializaciones en los campos a los que aspiraban, o bien por falta de capacidades personales, o porque se presentaron muchas veces y no pasaron o porque por falta de motivación y pereza crónica, o por falta de fundamentación académica nunca escalaron títulos; entonces se tuvieron que contentar con diplomados o dudosas especializaciones de fin de semana, mientras trabajaban de tiempo completo en un empleo que hacían con desidia y monotonía tratando de pasar desapercibidos para que no se notara mucho su escasa dotación, por aquello tan sabido de que “un bobo callado no se nota”.

Algún día, por un golpe de suerte, o porque un amigo alcanzó posiciones de poder en alguna instancia del Gobierno, o porque un familiar cercano fue elegido en un cargo de elección popular, o porque el cónyuge alcanzó alguna gerencia que le permitía hacer un intercambio laxo de favores burocráticos, estos personajes llegaron a un puesto de mando al cual cayeron prácticamente en paracaídas, con la ilusión de enquistarse en él y facturar hasta que pase el cuarto de hora de su padrino. Pues bien, helos ahí invernando, jugando solitario en el computador en jornadas interminables, leyendo de deportes o de farándula en internet o navegando de un portal en otro viendo cómo se acerca la hora de terminar la jornada para huir en veloz carrera. Muchas veces ni el cuadro de turnos o asignaciones lo tienen que hacer, porque lo delegan. Y amenazan que tienen muchas hojas de vida en su escritorio, por si alguien se pone crítico o manifiesta su inconformidad. Por eso mantienen enfilado el rebaño, mientras estimulan la red de sapos y acusetas para que los mantengan informados, sobre todo en las bases y temporales, a los cuales intimidan tácitamente con la no renovación de los contratos si no se someten a su yugo.

En ocasiones, en virtud a su nuevo puesto, les toca asistir a comités o juntas técnicas en las cuales, cuando son un poco astutos, se quedan callados para no demostrar el pesado lastre de su profunda ignorancia, pero cuando son torpes y pantalleros se explayan en la enormidad de sus comentarios insulsos que hacen retorcer de vergüenza a sus subalternos, quienes muchas veces de manera amable y condescendiente, y otras no tanto, hacen una comedida rectificación de la barrabasada que acaba de proferir, mientras tratan de contener o su impaciencia o la mueca de burla que trata de asomar por sus comisuras tolerantes y respetuosas.

Pero es cuando se presenta una crisis, o en el momento que algo sacude su rutina de burócratas amodorrados, cuando su verdadero talante sale a la superficie: falta total de liderazgo, ausencia permanente de sus oficinas, lenguaje evasivo, frases de cajón, lugares comunes cada vez más agresivos:

“ Yo no necesito este trabajo, yo tengo o fincas, o minas, o fábricas, o almacenes, o carros de transporte público, lo que me pagan aquí es casi simbólico, blá, blá, blá…”

“Más respetico, mi puesto no es político, si no técnico, estoy aquí por mis propios méritos, blá, blá, blá…”

«Yo no tengo porque darle razones a ustedes de lo que haga o no haga, ni tengo qué rendirles informes o cuentas…no se le olvide que el jefe soy yo, ¿está claro?»

Y uno en medio de la angustia de torear el temporal, sintiéndose tan solo y sin apoyo, sin una cabeza que ayude a direccionar con asertividad para enfrentar las situaciones adversas, deseando que ojalá sí fuera alguien que sí necesitara de verdad el trabajo para que asumiera con competencia, ganas y compromiso un puesto de tanta responsabilidad, que no fuera un cargo apadrinado sino en verdad técnico, para que con sus conocimientos ayudara a sortear las situaciones tan difíciles que a veces se presentan, que tuvieran la capacidad de comunicarse de manera efectiva y solidaria con los trabajadores, que laborara hombro a hombro con ellos y no estuviera a toda hora con afán de irse para la finca o de juerga con sus amigotes y compadres del directorio.

Pero es cuestión de tiempo. Ellos pasan, siempre pasan cuando su padrino cae en desgracia, o cuando ruedan por su propia mediocridad e inoperancia. Pero llega otro, hemos visto a muchos de ellos, todos diseñados bajo el mismo molde. Su vida útil(¿útil?) es de 2 a 5 años. Y nosotros ahí, tratando de hacer con coherencia y responsabilidad nuestra función, dando la cara, poniendo el pecho mientras ellos se limitan a posar para la foto, anteponiendo soluciones creativas y muchas veces limpiando la porquería que van dejando a su camino, mientras aparece el nuevo, sonrisa perfecta, verbo rimbombante y pretencioso pero vacío y nosotros vamos de a poco olvidando el nombre del penúltimo que los antecedió.

Ñapa:
aquí hago una lectura de este artículo para TELEDONMATIAS:

Tomado de: https://emiliorestrepo.blogspot.com

 

 

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